¿Quiénes somos las sororas?
En mi colaboración anterior les compartí la importancia del concepto sororidad, escribiendo su concepto me percate lo difícil que puede ser para muchas mujeres asumirnos sororas. Es complicado deconstruir la idea eterna de la rivalidad con la que nos formaron, parece casi imposible convivir de manera pacífica con otras mujeres porque tenemos el tabú de…
En mi colaboración anterior les compartí la importancia del concepto sororidad, escribiendo su concepto me percate lo difícil que puede ser para muchas mujeres asumirnos sororas.
Es complicado deconstruir la idea eterna de la rivalidad con la que nos formaron, parece casi imposible convivir de manera pacífica con otras mujeres porque tenemos el tabú de liosas o desbordantes. Los ambientes laborales femeninos con mucha frecuencia están plagados de construcciones erróneas de antagonismos que se forman en la fragilidad de egos que fortalecen la práctica del patriarcado, y que se reproduce en el clásico dicho popular: “mujeres juntas ni difuntas”.
Me ha tocado escuchar que otras mujeres no creen en la sororidad, incluso la ven como una moda y no como un valor que ha construido la lucha feminista. He escuchado a mujeres que se mofan de la relevancia histórica que hay en la hermandad de las mujeres e incluso la cuestionan.
Por lo anterior es trascendental saber quiénes somos las sororas. Las sororas somos mujeres que aceptamos nuestra feminidad sin constructos patriarcales, es decir que no influyen las antiquísimas formas de la mujer perfecta: buena hija, buena esposa, buena madre. Al rechazar esos constructos patriarcales dejamos de lado la eterna batalla por la perfección que nos mantuvo mucho tiempo como adversarias, no peleamos más contra la belleza de nuestra congénere, por el contrario, la admiramos y exigimos que no se objetivice. Despreciamos los premios a las mejores hijas o esposas porque en ellas se galardona a la sumisión.
Para las sororas está lejos la idea de la perfección femenina, rechazamos que las mujeres debamos ser humanas sin errores y por el contrario, en nuestra deconstrucción está aceptarnos con nuestras carencias y virtudes.
Para las mujeres que aceptamos la sororidad, la deconstrucción es nuestra mayor arma, en ella encontramos los motivos para abrazar a las mujeres que han sido señaladas por no cumplir con los cánones sociales. Por ejemplo, la amante de nuestra pareja ya no es nuestra principal enemiga, lo es el sistema hegemónico patriarcal que permite las infidelidades masculinas, porque las sororas comprendemos que la historia de carencias emocionales o patrimoniales son el resultado de la aceptación de relaciones denigrantes y enfermizas.

Para las sororas cada mujer debe ser vista con gafas violetas, bajo ninguna circunstancia podemos alimentar el linchamiento mediático, aun cuando esa mujer no sea nuestra amiga o familiar. Lla sororidad no exige que seamos mejores amigas para impulsar o alentar a otra mujer, tampoco debemos tener lazo filial para contener a una compañera que está en una circunstancia difícil. La sororidad tiene una raíz feminista pero no implica que seamos sororas sólo con mujeres que comparten nuestra ideología, seremos sororas con cada mujer vulnerable y lo seremos también con cada mujer empoderada.
Las sororas somos las aliadas, las hermanas y las guerreras que hemos de trascender en la historia de la humanidad. Con pañuelo en mano y con amor propio seguiremos transformando la sociedad machista que nos daña y lacera todos los días.