¿Qué onda con la sororidad?
La palabra sororidad ha sido ruidosa a los oídos de las personas que no se identifican con el feminismo. Por ello la importancia de que antes de adjudicar a la sororidad males que no le corresponden, es necesario tratar de definirla. La palabra sororidad deriva del lexema latino soror, que significa “hermana”, y que se entiende…
La palabra sororidad ha sido ruidosa a los oídos de las personas que no se identifican con el feminismo. Por ello la importancia de que antes de adjudicar a la sororidad males que no le corresponden, es necesario tratar de definirla.
La palabra sororidad deriva del lexema latino soror, que significa “hermana”, y que se entiende como la solidaridad que hay entre mujeres. Hasta ese punto parece un término sencillo y sin complejos, no obstante al ser parte de la política feminista requiere que nos adentremos un poco a su análisis.
El pensamiento feminista nace de conocer y saber que hay una serie infinita de desigualdades que ponen en desventaja a las mujeres en razón de su sexo. Las feministas nos identificamos con la necesidad de terminar con toda desigualdad que nos denigre o que nos dañe.
Dice Marcela Lagarde, académica e investigadora de temas feministas en Latinoamérica, que la sororidad es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer.
La práctica de amor y empoderamiento que las feministas hacemos cotidianamente es y debe ser desinteresada, siempre con base en las prácticas amorosas por empoderarnos, mismas que permiten que avancemos en la eliminación de todo tipo de violencia y desigualdad. La importancia de vernos como sujetas políticas activas nos compromete también a no jerarquizar y mirarnos como mujeres valiosas e igualmente importantes.
En este sentido, Virginia Azcuy y Marta Palacio explican que la sororidad implica un empoderamiento de las relaciones de solidaridad, hermandad y cooperación entre las mujeres, de modo tal que pactando puedan constituirse en sujetos políticos para producir nuevas simbolizaciones y discursos distintos a los del patriarcado, operar cambios y orientar acciones feministas en los ámbitos sociales.

La sororidad promueve, entonces, la erradicación de la distancia que nos han hecho pensar que existe entre hombres y mujeres, así como la supuesta rivalidad que hay entre los géneros. Creímos durante mucho tiempo que estábamos en una competencia que va desde lo corporal, pasando por lo público (competencias laborales) hasta llegar a lo privado (competencias por ser la mejor hija, o pelear por la posesión de un hombre).
En la práctica cotidiana, la sororidad debe de tener una base de respeto y dignidad hacia cualquier mujer. Es imprescindible mencionar que la sororidad no tiene un disfraz de “buena ondita”, es decir, no tenemos que amarnos y ser mejores amigas todas las mujeres, porque habrá algunas que no estén en pro de nuestro feminismo. Sin embargo, eso no quiere decir que seamos antagónicas ni rivales.