¿Qué hay detrás de un comentario machista?
Al escribir este artículo me he permitido hacer una enorme generalización (y sí, soy consciente que las generalizaciones son muy riesgosas al hablar de fenómenos sociales), sin embargo en la sociedad machista en la que vivimos en México no me parece que sea un gran atrevimiento. Y es que todas las mujeres hemos recibido comentarios…
Al escribir este artículo me he permitido hacer una enorme generalización (y sí, soy consciente que las generalizaciones son muy riesgosas al hablar de fenómenos sociales), sin embargo en la sociedad machista en la que vivimos en México no me parece que sea un gran atrevimiento. Y es que todas las mujeres hemos recibido comentarios machistas. Algunas veces esos comentarios son fáciles de identificar, sobre todo cuando son en extremo explícitos. En otras ocasiones nos pueden tomar por sorpresa y entenderlos hasta después de analizarlos de manera cuidadosa. Comentarios machistas que en algunos casos son disfrazados de “bromas” o incluso de “buenas intenciones”, pero que de fondo traen consigo una enorme carga de misoginia o de sexismo. Comentarios que pueden surgir en el entorno laboral, con personas poco conocidas o incluso dentro de nuestros círculos más cercanos.
¿Qué hay detrás de un comentario machista?
Pues bien, para responder a la pregunta de nuestro artículo debemos comprender, para empezar, que detrás de la construcción de un mensaje siempre encontraremos a un emisor o emisora, una persona como cualquier otra que podamos conocer, que verbaliza las ideas que construye de forma consciente o inconsciente en su cerebro. Esas ideas son el reflejo de sus circunstancias, del entorno en el que se ha desenvuelto y de las personas con las que ha interactuado; es decir, de todo aquello que ha aprendido en la sociedad en la que nació y ha crecido. En el caso de la sociedad mexicana, todas y todos hemos aprendido estereotipos sobre cómo debería ser una mujer, hemos normalizado el rechazo a las minorías, el desprecio hacía lo femenino e incluso la discriminación que se ejerce socialmente sobre los individuos por su sexo, género y preferencias sexuales.
Detrás de los comentarios machistas encontramos personas con actitudes o formas de pensar que justifican y fomentan la creencia de una supuesta superioridad de los hombres frente a las mujeres. Todas las mujeres hemos recibido o escuchado comentarios como: “es que las chicas piensan con el corazón”, “las mujeres se dejan llevar por sus emociones” o “los hombres son más asertivos en la toma de decisiones porque son racionales”. En otras palabras, con esos comentarios cuestionan las decisiones de las mujeres según sus emociones y nos colocan como personas con serias problemáticas para elegir o reaccionar de forma adecuada frente a situaciones difíciles. En cambio, los hombres por “naturaleza” tienen un mayor control y racionalidad, al menos eso es lo que nos dice nuestra sociedad.
Otros ejemplos de comentarios machistas que reciben constantemente las mujeres son aquellos relacionados a la supuesta fragilidad o debilidad que tenemos al realizar ciertas actividades que han sido desempeñadas mayoritariamente por los hombres. Mujeres deportistas, con puestos públicos de liderazgo, con cargos laborales demandantes, con trabajos que implican realizar actividades que requieren de mayor fuerza física, con labores elementales en la toma de decisiones públicas; en general, todas aquellas mujeres que desempeñan actividades que la sociedad víncula inmediatamente con lo masculino, reciben comentarios que cuestionan sus capacidades, sus conocimientos o actitudes de manera cotidiana. Y esto es porque para la sociedad los hombres son las personas fuertes, los personajes ideales para cumplir con el rol de jefe, de líder, o de proveedor y con ello justifican los pocos espacios de liderazgo en espacios públicos para las mujeres, la brecha salarial y hasta la descomposición familiar.
Detrás de los comentarios machistas también vemos el enorme sexismo que permea en nuestra sociedad. El sexismo es una forma de discriminación que se ejerce sobre un individuo por su sexo, en el caso de las mujeres puede manifestarse como apatía hacía lo femenino, con esteretoipos o actitudes de rechazo contra ellas. ¿Cómo se manifiesta el sexismo? Con comentarios donde se asume que la mujer tiene que hacerse cargo de ciertos roles. Por ejemplo, cuando un mesero o mesera asume que, al atender a una pareja, el hombre es el que tiene que pagar la cuenta; cuando le preguntan a una mujer sobre cómo puede mantener una vida profesional y ser madre al mismo tiempo, en espacios donde a los hombres nunca se les cuestiona por lo mismo; cuando se asume que si una mujer no cuida de sus hijos es una mala madre pero un hombre puede ausentarse sin que ello cause conflicto alguno. Son comentarios sexistas y machistas aquellos con los que la sociedad juzga a las mujeres por sus comportamientos sexuales, por su maternidad o por el hecho de que no cumpla con los estereotipos que histórica y socialmente se le han asignado a la mujer.
Toda su vida, las mujeres son receptoras de comentarios machistas. Las niñas son juzgadas con comentarios sexistas siempre que les dicen cosas como: “eso no es para niñas”, “las niñas no deben jugar a eso”, “las niñas ayudan a sus mamás con las labores del hogar” o el clásico comentario de que “las niñas calladitas se ven más bonitas”. Conforme van transcurriendo los años, las mujeres comenzamos a escuchar comentarios acerca de nuestra apariencia, de cómo debemos relacionarnos con los hombres, de cómo debemos proteger nuestra virginidad y de cómo debemos evitar “fracasar”. ¡Ya saben! Con eso de que no debemos de salir “panzonas” siendo muy jóvenes o tendremos que pagar las consecuencias de convertirnos en una deshonra para nuestras familias.
Pero los comentarios no terminan ahí. Conforme transcurren los años las mujeres recibimos cuestionamientos sobre nuestra sexualidad, sobre la pareja que debemos de tener, sobre los hijos que deberíamos procrear para “sentirnos realizadas” o para evitar quedarnos solas y viejas. Recibimos comentarios sobre nuestro cuerpo, sobre cómo debe de ser, sobre cómo debemos de cuidar nuestra apariencia y sobre lo rápido que podemos envejecer, como sí el envejecimiento fuera sinónimo de fealdad o de inutilidad. Y una vez que rondamos el climaterio, los comentarios de las personas machistas van encaminados a hacernos notar que dejamos de ser “productivas” para la sociedad, como si al marcharse nuestra menstruación se fueran con ella nuestras metas de vida.
No importa la edad, la sociedad cuestiona constantemente las decisiones de las mujeres, como si fuésemos seres incapaces de elegir correctamente lo que queremos de la vida, como si tuvieran que guiarnos por el buen camino o como si tuviésemos la incapacidad para pensar. Esto no ocurre por lo general con los hombres, porque a pesar de que comentan errores, la sociedad siempre encuentra formas para disculpar sus fallas. Si son adolescentes rebeldes, la sociedad les permite que hagan lo que tengan que hacer, total ya se convertirán en hombres maduros. Si los hombres embarazan a una chica, la culpa nunca es de ellos, incluso la sociedad les permite desafanarse dejando toda la responsabilidad a la mujer como si ella hubiese procreado sola. Muchos hombres que son dependientes, no funcionales o irresponsables afectivamente, son disculpados por la sociedad, misma sociedad que juzga todos los comportamientos femeninos de forma severa. Si un hombre tiene sexo con muchas mujeres, la sociedad no sólo lo solapa, lo aplaude, mientras las mujeres se convierten en putas si no tienen una única pareja sexual en toda su vida.
También es sexista, en el lenguaje, el uso del masculino como genérico, ya que con eso se invisibiliza la participación de las mujeres. En las escuelas hay lugares designados para “todos” donde las niñas no tienen cabida y eso se normaliza. En los trabajos hay posiciones donde “todos” pueden participar, pero las voces de las mujeres muchas veces quedan opacadas con las voces de sus compañeros varones, porque ellos ocupan puestos de mayor jerarquía. En las luchas sociales que han formado nuestra historia se habla de héroes o patriotas que alcanzaron grandes logros, mientras miles de mujeres son olvidadas y poco reconocidas. Y en la escuela nos enseñan que en el “todos” estamos incluidas las mujeres, pero en el “todas” los hombres se deben de sentir demeritados o hasta castrados. ¿Acaso no les ha ocurrido que cuando utilizamos el femenino como genérico de inmediato saltan hombres a defender su virilidad con comentarios en los que nos piden aclarar que ellos también están presentes? Invisibilizar a las mujeres está bien, pero a los hombres no, eso nos ha enseñado la educación y la Santísima RAE.
Detrás de los comentarios machistas hay una enorme carga de odio, de rechazo, de aversión y desprecio por parte del hombre hacia la mujer y a todo lo que esté relacionado con lo femenino. A eso nos referimos cuando decimos que vivimos en una sociedad misógina. Una sociedad donde se da un trato diferencial a los hombres, que muchas veces ostentan privilegios claramente superiores que los de las mujeres. Privilegios de los cuales algunas veces son conscientes de tenerlos, pero muchas otras veces no. Una sociedad donde se cosifica el cuerpo de las mujeres, donde se denigra a las mujeres por su forma de vestir o de actuar, donde parece correcto que los varones tengan y puedan sentirse superiores. Y en donde incluso, si como hombre tienes comportamientos relacionados socialmente con lo femenino, puedes ser objeto de burlas, de discriminación y de rechazo.
El machismo de nuestra sociedad se sostiene por personas que continúan reproduciendo comportamientos misóginos, violencia contra las mujeres, discriminación por cuestiones de sexo y género. Por esa razón es de suma importancia visibilizar los comentarios machistas que recibimos o que escuchamos, para que en algún momento las personas puedan ser conscientes de la misoginia que han interiorizado. Cuando recibes un comentario machista es importante hacérselo notar a la persona que te lo ha dicho para incomodarla, ¡sí, así es, para incomodarla!
Pues la incomodidad es el primer paso para que las personas puedan entender lo que están reproduciendo, sin incomodidad no hay posibilidad de cambio. Hay miles de personas en nuestro país que todos los días repiten constantemente que no son machistas, pero al hablar trasladan mensajes misóginos hacía otras personas. Alguien debería hacerles notar la forma en que han normalizado el machismo, el sexismo y la misoginia, tal vez esa sea la única manera de ir transformando poco a poco nuestra sociedad. Visibilizar e incomodar, para que puedan entender la forma en que reproducen el machismo y puedan cambiar. Y sí, ya sé que nos vamos a enfrentar al clásico comentario de “ya no se puede decir nada, ya todo es machismo”; y eso ocurre justamente porque está tan interiorizada la misoginia, que incluso las personas la reproducen sin ser conscientes de que lo hacen o creen que es “normal”. ¿Cómo es que se ha mantenido por tanto tiempo el sistema patriarcal? Normalizando la violencia contra las mujeres, la discriminación y el sexismo. El primer paso para tirar al patriarcado es visibilizar esa violencia, ese machismo, incomodar si es necesario, incomodar y no mantenernos en silencio.