¿Qué es la performatividad de género?
¿Si mi género es femenino, puede en algún momento cambiar a masculino? ¿Si yo he decidido cambiar, puede también cambiar mi identidad de género? En este artículo nos introducimos a estas preguntas mediante el concepto de “performatividad de género” que propone la filósofa Judith Butler.
“El marco en el que vivimos es una expresión de poder.”
Judith Butler
Las condiciones en las que vivimos son expresiones de poder. Esta premisa es fundamental para aproximar una respuesta a la pregunta que encabeza este texto. La carga cultural que predispone el comportamiento de las personas, por lo general, está condicionada por discursos encaminados a delimitar los roles de comportamiento, tanto de hombres como de mujeres.
En todas las sociedades podemos localizar fácilmente la tradicional estructura del binarismo1 Binarismo: de ‘binario’, que se conforma de dos partes.: hembra/macho, mujer/hombre, niña/niño. Se nos ha enseñado siempre que este patrón es natural en todas las sociedades humanas y que eso es lo normal, que cualquier cosa que se salga de esa “norma” no es natural ni debe seguirse.

Sin embargo, esta estructura binaria es en realidad un esquema de poder que asigna etiquetas de identidad o de “lo normal”, en los seres humanos que nacen con vulva o en los que nacen con pene, o con ambos (sí, también hay personas que nacen con ambos aparatos reproductores). Esta imposición de etiquetas determina ciertos estereotipos sociales para encasillar a personas según su condición biológica.
En contra de este fenómeno histórico y cultural, la filósofa norteamericana Judith Butler, en su obra El género en disputa (1990), desarrolla una lectura de ciertos conceptos, como el “género”, y habla de las prácticas culturales que lo condicionan. En esta obra, lleva a cabo una genealogía que cuestiona si el género y el sexo son condiciones naturales o acaso culturales.
La teoría de Butler propone analizar las culturas y comportamientos que crean la identidad previa de los sujetos, a partir de la sexualidad, como elementos culturales formulados en el imaginario social, para determinar lo que es aceptado y lo que no.
Ningún individuo es anterior a la cultura donde se encuentra inmerso. Esto quiere decir que es la cultura quien impone identidades a las personas. Y esta imposición se lleva a cabo, además de otros factores, mediante el lenguaje y el discurso, es decir, mediante lo que socialmente se dice que debe ser una persona. El desarrollo de estos comportamientos se asimila por los sujetos a partir de la interacción con otros sujetos con los que convive en la sociedad en la que se introduce. La “identidad”, el “sexo” y el “género” tienen entonces una carga cultural impuesta por la sociedad. Son construcciones sociales que se crean, se configuran, se cambian y se eliminan dependiendo de la época y el lugar de cada cultura y cada sociedad.
Cada una de ellas, crea distintos discursos de poder, es decir, distintas maneras de ver a las personas y de imponer formas de comportamiento que determinan qué es lo normal, lo correcto y lo moral. Estos discursos imponen significados a los conceptos como sexo, género o identidad; así como otros elementos que los individuos y las sociedades conciben como “natural”. El binomio de hombre-mujer es una de esas imposiciones discursivas que se han perpetrado dentro de la cultura, de ahí que podamos identificar estereotipos asignados a los sexos a lo largo de la historia de las sociedades.
Por lo tanto, cuando Judith Butler habla de “género performativo” se está refiriendo a una postura que va encontra de esas imposiciones, de esos discursos de poder que obligan a ver las cosas sólo de determinada manera, de la manera que se ha forjado como “natural” o “normal”. Porque para esta filósofa, el género no debe estar condicionado por el discurso social ni debe tener una única forma de ser, sino que puede comportarse de distintas maneras, por lo tanto es cambiante, mutable, modificable. Es decir, es performativo.
Si en pleno siglo XXI podemos aceptar que las personas pueden cambiar de sexo sin que esto demerite su calidad de personas y seres humanos, entonces también podemos hablar de cambios de género, de que el género no es algo establecido desde el nacimiento que siempre estará ahí de la misma manera, sino que es algo que se puede modificar, que se puede actuar, que se puede performar.
La “performatividad” se refiere al cambio, a la actuación, a la simulación. Una sociedad que acepta la performatividad de género es una sociedad abierta al cambio, a las modificaciones personales, que respeta las decisiones de cada persona por identificarse de la manera que mejor le parezca.