¿Qué es el «techo de cristal»?
En las últimas décadas las mujeres han ido tomando espacios y ganando terreno en ámbitos que en otros momentos se pensaban exclusivos del sexo masculino. Esto ha sido el resultado de las luchas feministas que a nivel global se han consolidado. El acceso a la educación y a una salud sexual y reproductiva básica, así…
En las últimas décadas las mujeres han ido tomando espacios y ganando terreno en ámbitos que en otros momentos se pensaban exclusivos del sexo masculino. Esto ha sido el resultado de las luchas feministas que a nivel global se han consolidado. El acceso a la educación y a una salud sexual y reproductiva básica, así como el trato digno y no discriminación en la contratación profesional, han sido algunos de los elementos que les ha permitido a las mujeres insertarse en el mercado laboral con mayor fácilidad. Sin embargo, a pesar de que teóricamente no existen barreras para que las mujeres desarrollen determinadas profesiones, cargos u oficios, muchas de ellas se encuentran con un «freno invisible» que no les permite ocupar espacios de mando. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿por qué hay tan pocas mujeres directivas? O ¿por qué hay más hombres que mujeres en los puestos de poder?
Desde el feminismo se han planteado estas preguntas, motivo por el cual se ha construido el concepto de Techo de cristal. Marilyn Loden lo pronunció por primera vez en 1978, en una conferencia donde afirmó que el «techo de cristal es una barrera externa social y cultural que impide a las mujeres acceder a espacios directivos o de mando”. Loden también refirió que no se trata de cuestiones personales, no son barreras internas que las mujeres no quieren romper, no son barreras que las mujeres se autoimponen para autolimitarse, como muchas veces se ha tratado de explicar, en un intento por culpar a las mismas mujeres de su bajo desarrollo profesional.

Se trata de barreras externas al talento femenino, y entre ellas encontramos el sexismo en la distribución del empleo, por ejemplo cuando hay mujeres dedicadas a servicios con sueldos bajos en profesiones donde raramente encontramos empleados masculinos. Otra barrera es el modelo masculino del mundo laboral, donde se da por sentado que los hombres son líderes innatos mientras las mujeres tienen la necesidad de ser guiadas. Para muchas de nuestras organizaciones e instituciones, el concepto de éxito se encuentra estrechamente ligado a lo masculino, sobre todo porque persiste la idea de que son los varones los que pueden dedicarse plenamente a las actividades laborales o profesionales. Mientras que al pensar en las mujeres, la maternidad se vuelve un elemento de suma relevancia al momento de contemplarlas para puestos que requieran «mayor compromiso».
Los roles de género que sitúan a la mujer en su función reproductiva y en la esfera de lo privado, creaciones del patriarcado, juegan un papel de suma importancia en la construcción del techo de cristal. Y ni qué decir de los estereotipos de género relacionados a la inestabilidad emocional de las mujeres. Hacen que para las empresas e instituciones, las mujeres sean vistas como seres irracionales, pasivos y sin capacidad de liderazgo, ya que no compiten de la misma manera que sus compañeros varones.
Y finalmente, pero no menos importante: la doble carga laboral que sufren las mujeres. Ya que por un lado cumplen con las actividades y tiempos que les demanda su puesto laboral; y por otro cumplen también con las horas de trabajo doméstico que rara vez son compartidas equitativamente por la pareja. Esto contribuye a la idea de que las mujeres no están comprometidas con su trabajo y que por esa razón son incapaces de mantener a flote un puesto donde se requiere completa dedicación. Es de esta manera que el sistema patriarcal, invisible e interiorizado en las organizaciones masculinas, refleja sesgos culturales y sociales que predisponen a la preferencia del género masculino como elemento determinante del éxito profesional. Pero al mismo tiempo predisponen a subestimar las capacidades y talento de las mujeres, quienes sin saberlo tienen limitadas oportunidades de ascenso y crecimiento profesional, simplemente por el hecho de ser mujer. En otras palabras, las mujeres se ven frenadas en su ascenso laboral o profesional por esa barrera invisible construida por el patriarcado, que hemos denominado techo de cristal. Es un techo porque permite el crecimiento hasta un punto determinado; y es de cristal porque a los ojos de la sociedad no es visible, pero las mujeres nos topamos con él constantemente y en todas las esferas públicas.