Prófugas del Metate.
Este espacio será utilizado a manera de anecdotario, en él se realizarán crónicas, relatos y ensayos referentes a la vida cotidiana de las mujeres en contextos rurales, y la forma en la que el feminismo ha incidido en ellas.
Este espacio será utilizado a manera de anecdotario, en él se realizarán crónicas, relatos y ensayos referentes a la vida cotidiana de las mujeres en contextos rurales, y la forma en la que el feminismo ha incidido en ellas.
¿Por qué prófugas del metate?

El título de la sección se debe a una tradición persistente en los pueblos de Oaxaca. Consiste en la enseñanza generacional, de mujer a mujer, del multifuncional y pesado utensilio de cocina tallado en piedra: la mujer que lograba el dominio de este entraba en edad casadera. Esta tradición, aunque pareciera asunto del pasado, ha llegado a romantizarse cuando miramos hacia los pueblos indígenas; sin embargo, desde la mirada interna de la comunidad, ha tenido un profundo significado en la normalización de violencia y roles de género. No pretendo, de ninguna forma, occidentalizar la visión de las mujeres pertenecientes a grupos étnicos; pretendo describir las batallas que ellas le han ganado a la tradición patriarcal dentro de sus comunidades, una de ellas es convertirse en prófugas del metate.
Esto permitirá la revisión antropológica de la lucha de las mujeres desde contextos rurales en México, pretendiendo seguir la corriente de Pilar Gonzalbo y Rita Segato. Evitando la incorporación de la perspectiva occidental en el momento de realizar estudios feministas en contextos étnicos.
I
Como cuando éramos chamacas.
Recuerdo clarito cómo mi papá llegaba de la ciudad, nos traía galletas José porque no le alcanzaba para comprar galletas María, éramos una familia muy grande ¡Imagínense dieciocho hermanos, cuatro mujeres y catorce hombres! Acompañábamos las galletas con una taza de agua, nuestras vacas tenían las ubres lastimadas por la última lactancia a sus becerros.
Mi mamá no nos dejó jugar mucho tiempo con el resto de mis hermanos, por ahí de los seis años una ya tenía que aprender a ser mujer. Ella solía decir…
— ¡Entiendan la razón! Cada una de ustedes tendrá que escoger el quehacer de cada día, túrnense las actividades para que acaben antes de entrar la tarde.
La primera tarea que me dejaron mis hermanas, las más grandes, fue hacer tortillas. Entonces, usé por primera vez un metate, mis brazos estaban tan tembeleques1Tembeleques: ‘temblorosos, frágiles’. que no duré ni cinco minutos en soltar la mano del metate. Con los años me hice más maciza, sabía moler el nixtamal. El problema ahora era hacer tortillas, me quedaban del mismo grueso que la piedra del metate. Cuando a mí me tocaba hacer tortillas, los chamacos en la comida decían:
—¡Hoy toca comer bancos2Por el grosor de la tortilla. Hacen la comparación con los bancos: piedras gruesas que se usan para sentarse.!
Desde aquel entonces me declaro prófuga del metate, no me gustaba que fueran los chamacos quienes se quejaran del grosor de mis tortillas, ellos eran más que nosotras y bien pudieran aprender a hacer sus propias tortillas. Dichosa la hora en la que a no sé qué tatarabuela nuestra se le ocurrió que era un asunto sólo de chamacas.
[1]Tembeleques: ‘temblorosos, frágiles’.
[2] Por el grosor de la tortilla. Hacen la comparación con los bancos: piedras gruesas que se usan para sentarse.