Once Años de Silencio
Con el avance de la medicina moderna, en el embarazo la mujer ha sido relegada cada vez más al criterio médico-científio. La futura madre es emplazada a una posición de subordinación en relación con los profesionales de la salud encargados, ahora, de dirigir este momento.
Primer entrega
Le pido regresar once años atrás e inevitablemente se le entrecorta la voz; mira al suelo para disimular el quebranto. Sus ojos tropiezan con los de él: alucinados, curiosos quizás por la visita de una extraña. Un hilo de saliva se le escapa entre los labios e inmediatamente ella lo seca con un gesto que devela tanta entrega. Lo alza con esfuerzo para llevarlo al sofá, el cuerpo apenas mantiene el equilibrio, le recuesta la cabeza ─ya pesa mucho, casi no puedo con él─ me dice.
Edelbito tiene once años, lo recuerdo con apenas uno. Había madrugadas en las que su padre despertaba al mío con la voz desesperada, el rostro empapado y el corazón taquicárdico. Sentía el portazo, a papi salir corriendo con el maletín en la mano, todavía en pijama. Me enfurruñaba en la cama, odiaba ser la hija del único pediatra en tres pueblos a la redonda. Cuando vives en el campo y eres médico en cualquier instante pueden llamar a la puerta. Para aquel entonces yo tenía 10 años y no sabía que un bebé con parálisis cerebral no tiene hora fija para convulsionar.
Ahora, una década más tarde, frente esta escena de amor, vuelvo a enfurruñarme, pero con mi antipatía infante. Tomo la libreta y finjo escribir para darle tiempo a calmar los nervios.
─Mi embarazo fue normal. Tenía 28 años, era mi segunda vez. Tuve el seguimiento médico rutinario, me atendía el grupo multidisciplinario (nutricionista, psicólogo, genetista, trabajador social y obstetra)[1] y nunca presenté complicaciones. Me puse de parto con 40 semanas. Cuando llegué al hospital los dolores eran muy fuertes, había roto fuente y sentí la cabecita del niño. El ginecólogo de guardia dijo que todavía no era momento de hacer el parto porque no tenía la dilatación necesaria, pero yo sentía que sí.
Me mandaron para la sala de segunda a esperar y al poco tiempo me corrió un líquido negro entre las piernas. ─Vas directo a cesárea, hiciste un meconio─ fueron las palabras del doctor. Estaba muy asustada, eso no me había pasado en el parto anterior y sabía que no era normal. Un “meconio”, el doctor ni siquiera me explicó lo que era. Otra embarazada que estaba en la sala fue la que me dijo: ─niña, eso es que el niño se cagó dentro de ti─.
Tenía miedo. Los médicos actuaron rápido, pero nadie me decía nada. Cuando lo sacaron yo estaba aturdida, vi como lo aspiraban, no había llorado. Estaba aterrada. Pregunté qué pasaba con el niño. Dijeron que no era nada, pero se lo llevaron para la sala de cuidados de Neonatología. Escuché que otro médico discutió con él: ─te lo dije, que ya ella estaba de parto─.
Mi niño estaba en Neonatología y aunque les habían informado a mis familiares de su estado, a mí no me decían nada y yo necesitaba saber.
Cinco días después y todavía no había podido estar con él. Pasaron pidiendo a las recién paridas que tuvieran leche que donaran al Banco de leche materna. Como no había podido amamantar a mi bebé fui a donar. En ese momento vine a saber de verdad todo lo que estaba sucediendo: la enfermera de Neonatología que me atendió fue quien me explicó que mi hijo había estado al borde de la muerte, pero que estaba estable gracias al neonatólogo que lo recibió luego de la cesárea.
Acurrucado en una incubadora, con las manitas frágiles. Recuerda la primera vez que pudo tocarlo. Tardaría cinco días más en amamantarlo y un mes para regresar a casa. Le diagnosticaron un tipo de parálisis cerebral que le impediría a su niño sostener la cabeza, caminar, hablar… ese día debió renunciar a lo que hasta ese momento había sido su vida: su profesión de maestra quedaría en un título amarillento en la pared. Ahora tenía un trabajo de 24 horas, sin días feriados o vacaciones: dedicarse en cuerpo y alma al cuidado de su hijo.
El protagónico en mi película
Con el avance de la medicina moderna, en el embarazo la mujer ha sido relegada cada vez más al criterio médico-científio. La futura madre es emplazada a una posición de subordinación en relación con los profesionales de la salud encargados, ahora, de dirigir este momento. Sería absurdo negar la preeminencia de la evolución médica y su impacto en la disminución de la morbilidad materno-infantil, el aumento de la calidad de vida de los infantes y la resta de las secuelas pos parto en la madre. Sin embargo, esta expansión ha implicado, en cierta manera, un control sobre la embarazada.
Una investigación de 2017 sobre la violencia obstétrica publicada en la Asociación Costarricense de Medicina Legal y Disciplinas Afines concluye que “La medicina basada en la evidencia, ha puesto de manifiesto que la adopción de toda una serie de intervenciones que se han revelado inútiles, inoportunas, inapropiadas y/o innecesarias, ha constituido un grave error en el que se ha incurrido al tratar de mejorar los servicios de maternidad.”[2]
La occidentalización de la medicina ha homogeneizado prácticas sanitarias de base paternalista que impiden a la mujer ser la intérprete de su embarazo: el rigor médico se implanta definitorio y en esta relación jerárquica que tiene además un trasfondo cultural, social y de género, las féminas quedan cosificadas a merced, muchas veces, de acciones que pueden considerarse violentas.
La violencia obstétrica existe y aunque hace muy poco que la ONU reconoció el término, el activismo social lleva años en la trinchera por visibilizar este problema. Dubravka Šimonović, Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer de Naciones Unidas publicó en julio de 2019 el informe “Enfoque basado en los derechos humanos del maltrato y la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica”. Este documento, de apenas 26 páginas, supone el reconocimiento por parte del máximo organismo internacional de la existencia y gravedad del fenómeno al tiempo que analiza sus causas y consecuencias.[3]
Las investigaciones consideran a la violencia obstétrica como una problemática social relacionada con la discriminación y la violencia de género, para cuya solución deben integrarse no sólo las formas legales. Lo correcto es abordarlo con un enfoque multidisciplinar que integre al sistema de salud, la educación, el activismo social y el aparato legal, pero por sobre toda la institucionalización debe ser la mujer el epicentro de la resolución, donde la experiencia humana trascienda la formalidad práctica.
Los conocimientos científicos se han ido legitimando socialmente de forma tal que en la relación médico/a paciente, se establece una relación de poder. La embarazada sufre entonces una presión social que le impide cuestionar, dudar, sugerir o contradecir a los/as médicos/as. Las críticas o inquietudes quedan en la psiquis, atoradas en la garganta, en los “si hubiera sabido que” y las pocas que alzan la voz son, con asiduidad, ignoradas, subestimadas; más en momentos tan tensos como durante el trabajo de parto.
Es casi generalizado que a las pacientes se les realicen procederes médicos sin que haya una previa consulta o reciban la información necesaria sobre las implicaciones de dicha decisión. Es entendible que en contextos tan apremiantes como en el que se realizan los partos, el personal sanitario opere bajo mucha presión y enfoque sus esfuerzos en el protocolo a seguir; en cambio no ofrecer la información oportuna, apoyo psicológico o no favorecer un ambiente de confianza y respeto, representa una violación de los derechos humanos. En no pocas ocasiones la mujer no recibe explicación medica ni siquiera luego de realizada la maniobra. En consecuencia, se disminuyen o anulan las posibilidades de las féminas de tomar decisiones sobre su salud sexual y reproductiva.

Los estudiosos María Ibáñez Bernáldezb, Mariano Casado Blancob y Pedro Santos Redondo coinciden en que “Existe un interés primordial en que el parto finalice con el nacimiento de un recién nacido sano, con la menor morbi-mortalidad materno-fetal; habiendo todo ello llevado a la institucionalización de los partos con una dirección facultativa sistemática, nada adaptada a cada caso concreto, convirtiéndose en prácticas habituales y rutinarias, incluso en partos de gestantes sanas sin complicaciones. Tal finalidad ha ido aparejada al hecho de que sea menor la atención a la importancia que en el proceso del parto tiene la propia mujer o su bienestar emocional, así como su adaptación a la nueva realidad: la maternidad”. [4]
En cada incidente de violencia obstétrica se vulneran varios derechos fundamentales. Hoy, a pocos años del reconocimiento institucional de este flagelo social, se impone promover la reflexión, más aún la humanización de los agentes de salud para lograr desterrar aquellas prácticas violatorias de los derechos de las mujeres. Una orientación oportuna, una palabra de aliento, una mirada empática son el mejor analgésico para el dolor, y el primer indicio de sensibilidad.
[1] “Cuba presenta un sistema para la atención a la salud altamente desarrollado, el cual se puede comparar con aquellos de los países más industrializados. En el centro del programa de salud aparece el médico de la familia y el equipo del policlínico, los cuales atienden a la comunidad. Este brinda la atención primaria de la salud y los servicios dentro del punto de entrada en su sistema de salud. La atención primaria se relaciona estrechamente con la atención médica secundaria especializada y con la terciaria altamente especializada en los policlínicos y los hospitales, donde las avanzadas mediciones de diagnóstico se llevan a cabo junto con los complicados tratamientos quirúrgicos y médicos.” George Eisen. “La atención primaria en Cuba: el equipo del médico de la familia y el policlínico”. En Revista Cubana de Salud Pública. Vol. 22 No. 2, La Habana, Jul-Dic. 1996. Véase en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-34661996000200003
[2] Miriam Al Adib, “La violencia obstétrica: un fenómeno vinculado a la violación de los derechos elementales de la mujer.” Medicina Legal de Costa Rica, Vol.34, No.1, Ene-Mar. 2017.
[3] ONU, Consejo de Derechos Humanos, Jun-Jul 2018: https://undocs.org/pdf?symbol=es/A/HRC/38/47
[4] Miriam Al Adib, “La violencia obstétrica: un fenómeno vinculado a la violación de los derechos elementales de la mujer.” Medicina Legal de Costa Rica, Vol.34, No.1, Ene-Mar. 2017.