Mi abuela era judía
Reseña sobre la novela “La bobe” de Sabina Berman. Una historia de la fortaleza de las mujeres judías en México, y cómo el choque de culturas se apropia de nuestras identidades.
Una reseña sobre la novela de Sabina Berman
Título original: La bobe
Autora: Sabina Berman
Editorial: Planeta
Año de publicación: 1990
No. De páginas: 104
La tradición judía se debe entender como un todo integrado por sus partes, un pluralismo alimentado por la historia clásica y moderna, por la cosmovisión de los textos sagrados, la liturgia y genealogía, la herencia milenaria del exilio, el desplazamiento, la aculturación, la memoria y el trauma. En este pluralismo, la espina dorsal que une y da continuidad a cada uno de sus componentes es el papel de las mujeres. Si únicamente nos enfocamos en el poder que ejerce la presencia femenina en los textos bíblicos vemos constantemente que muchos de los momentos decisivos en el destino del pueblo hebreo estuvieron moderados por ellas.
Vemos la humildad de la matriarca Rebeca al dar continuidad a la historia judía por medio del trabajo; la vitalidad y esperanza de Raquel; o la perspicacia política de Esther al salvar al pueblo judío del primer exterminio durante el exilio de Babilonia. Históricamente la mujer en el judaísmo ha sido testigo de las subjetividades que han compuesto cada rasgo de la identidad judía, pero fue apenas en las más recientes décadas que, a través de la literatura, diferentes escritoras han ido reconstruyendo y resignificando la imagen de la mujer dentro de esta religión abrahámica, constituyéndose como un estilo literario típico de comunidades judías en diáspora 1Dispersión de un pueblo o comunidad humana por diversos lugares del mundo.
En el México contemporáneo hay una generación de escritoras que adaptaron la autobiografía para dar nota sobre su experiencia en el judaísmo mexicano desde su visión como mujeres, hijas de sobrevivientes y herederas de un trauma colectivo. En la década de los ochenta, Margo Glantz, con su obra Las genealogías, inauguró esta serie de poderosas narrativas, diferentes en cuanto a estilo, trama o época, pero que describieron testimonios o ficciones íntimas sobre la complejidad de la vida judía en México. Myriam Moscona, Gloria Gervitz, Angelina Muñiz-Huberman o Rosa Nissán siguieron esta tradición literaria mexicana como una forma de integrar las diversas dimensiones del tema de la diáspora judía unida a la vida y cultura mexicana contemporánea.
En 1990, la dramaturga Sabina Berman eligió la ficción autobiográfica para dar cuenta de la compleja relación entre el judaísmo y la mexicanidad. En el libro La bobe, Berman recurre a la autobiografía para describir su relación con el judaísmo por medio de la presencia afectiva y formativa que su abuela ejerció durante su niñez. Este texto es uno de esos ejemplos en los que se sustenta la idea de la mujer como un pilar en las identidades judías. La escritora integró en su memoria escrita la herencia judía con la tradición autobiográfica, específicamente con aquella mencionada por Ángel Loureiro quien determinó que más que ser una reproducción narrativa de la vida, la autobiografía es un acto performativo de creación del ser por medio de la escritura2Angel G. Loureiro. The Ethics of Autobiography: Replacing the Subject in Modern Spain. Vanderbilt Univ. Press, 2000. p. 17., un acto que, en este caso, sería a través de la memoria familiar.
Con el fin de reflexionar sobre la transición de niña hacia la adolescencia en un entorno judío-mexicano, Berman comienza este testimonio narrando el recuerdo de la Shiva de su abuela, lo que significa en la tradición judía un duelo de 7 días en el que solo se enfatiza en recordar la presencia del difunto. Para la Sabina Berman de 6 años la imagen de su “bobe” o abuela judía caminando hacia la sinagoga por el camellón de la calle Ámsterdam de la Colonia Condesa era un evento de grandeza y pulcritud; esta escena lideraría cualquier otro recuerdo visual que tuviera sobre su abuela. A lo largo de la narración, Berman genera toda una red de conexiones entre los ritos judíos, la vida dentro de la comunidad y la realidad histórica del México de finales de la década de los sesenta.
Los recuerdos de Berman sobre la interacción con su abuela son un ejemplo de la adaptación y transformación del judaísmo practicado por la generación de mujeres judías ya nacidas y crecidas en México. Desde el primer capítulo se percibe el conflicto entre el judaísmo practicado por su abuela, un judaísmo atemporal y más leal a la tradición, y el judaísmo de la autora que, a pesar de ser una niña, ya estaba intervenido por la vida cultural mexicana. Por ejemplo, uno de los primeros relatos es una visita al zoológico. En este suceso Berman reflexiona sobre el conflicto en el intercambio de lenguas entre el yiddish3Lengua hablada por los judíos de origen alemán, que se formó con elementos del hebreo, francés antiguo, alto alemán y dialectos del norte de Italia, y que llegó a México con las comunidades judías que se asentaron aquí. de su abuela, lengua que difícilmente usaría en su edad adulta, y el español de su contexto histórico: “Me dice algo en su español rarísimo, de acentos extravagantes […]. Yo hablo yiddish porque ella me enseñó4Sabina Berman. La bobe. México, FCE, 1990, p. 39.”, la autora escribe a modo de introspección.
La novela es un referente constante al concepto del exilio y existen paralelos entre la historia familiar y el contexto político mexicano. La abuela representa la catástrofe de la persecución nazi y su vida se percibe marcada por este hecho. Berman identifica este dolor como un sentimiento reprimido y abnegado y se pregunta “¿por qué cuando huían de Polonia, a punto de ser invadida por los nazis, no le explicó [a su hija, es decir la madre de Berman] aquello de que los judíos eran considerados una raza maldita, que debía ser borrada de la faz del planeta? […] Gracias a mi abuela, mi madre permaneció con una mentalidad de cuento de hadas hasta que nacieron sus propios hijos y entró a psicoanálisis5Berman. La bobe. p. 26.”. La postura de la bobe ante su historia es de una mujer que se siente desplazada y busca, a través de la ortodoxia en la religión, un nexo con su realidad previa a la catástrofe del holocausto6El “holocausto” se refiere al asesinato de casi 6 millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial..
El judaísmo, a los ojos de Berman, estuvo marcado por el contexto sociopolítico del México de los años sesenta. Las constantes alusiones a Gustavo Díaz Ordaz, a la guerra sucia, a la matanza de Tlatelolco y las sugerencias por la búsqueda de un judaísmo reformista con espacio para voces femeninas denotan una transformación de lo ortodoxo7Que sigue fielmente los principios, normas y tradiciones de una doctrina o religión. a lo secular8Que no se siguen las normas u órdenes de ninguna religión.: “Una sola habitación donde hombres y mujeres rezamos entremezclados, cantamos en voces suaves; algunos párrafos del libro litúrgico los decimos en español, nos saltamos otros […] Por más que somos los hazmerreir de nuestros hermanos y nuestros padres, si no los renegados, los insolentes, los enemigos, nos sentimos seguros dentro de la rica tradición de judíos universalistas; difícil sentirse inseguro entre personas tan prestigiadas: Cristo, Josef Caro, Luria, Spinoza9 Berman. La bobe. p. 87.”.
La bobe encabeza la línea de transmisión del judaísmo tradicional y atemporal en la ascendencia de la escritora. Su madre, quien huyó del Holocausto siendo una niña, representa su extremo opuesto al ser una judía secular, agnóstica y al desarrollarse como psicoanalista. Además, la madre de Berman se aleja de las labores tradicionales de las mujeres judías como educadoras o amas de casa: “Ese señor Moisés era un astrónomo egipcio y conociendo los movimientos de las mareas llegó ante el Mar Rojo en el momento en que sus aguas estaban muy bajas10Berman. La bobe. p. 33.”.
En la casa de Berman, el mundo exterior se cerraba cada viernes al atardecer, la abuela prendía las velas para el Shabat11Celebración judía que se realiza de viernes a sábado, y que recuerda el día más sagrado de la semana. y el foco se centraba en el mundo doméstico, la familia, amigos y el alma. La fuerza de la bobe, relata Berman, era indispensable para dar continuidad y transmitir la memoria judía. Berman creció viendo a su abuela prendiendo las velas, liderando uno de los rituales que más han trascendido en la tradición judía, y dedica varias páginas de su libro a la fuerza impregnada por la bobe a este performance que representaba el pasado y el futuro del judaísmo en esta familia. “Se inclina hacia mí para decirme, muy quedo: Siente la Shabat, entrando… entrando… Coloca las yemas de dos dedos sobre mi corazón. Sí, ahí se siente, esa suavidad, entrando, entrando … ¿Es iz lijtik?, me pregunta en un soplo de voz, ¿es luminoso? Pasa sus dedos sobre mis ojos, para entrecerrarlos12 Berman. La bobe. p. 70.”. El testimonio cierra donde abre, con la muerte de la bobe. Sentada en la bañera, la abuela dejó preparados doble ración de platillos (pescado relleno, pan trenzado, caldo de pollo y espárragos) para la cena de Shabat y para su propio funeral. La muerte de la bobe en las últimas páginas refuerza el vínculo con Sabina, quien debe continuar la performatividad litúrgica de este ritual y encender las velas para dar continuidad al legado.
En este texto, Berman utiliza su voz adolescente para expresar cómo el recuerdo de su abuela, una mujer desplazada y con una eterna carga nostálgica en sus espaldas, se entrelaza con el presente de la autora desde su lugar de enunciación como mujer mexicana y judía, una identidad cuya presencia se podría percibir en diferentes producciones y textos literarios que ha construido magistralmente en su largo camino por las letras mexicanas.