Maquillando los golpes
La violencia contra las mujeres sigue siendo una constante en América Latina. Ante la frialdad de las estadísticas y el encubrimiento de los gobiernos, a muchas mujeres no les queda otra opción que seguir maquillando los golpes recibidos para evitar la re-victimización social.
El rostro en el espejo es el de una mujer hermosa, con el cabello negro sobre los pechos, los labios carnosos y los ojos grises, asustados, cansados. Pasa el carmín por la boca, y una y otra vez el polvo sobre el rostro. No sirve de mucho, el pómulo está inflamado, la piel amoratada palpita al roce de la esponja. Éste no es el primer golpe que intenta esconder. Él es quien manda, el jefe del negocio, el que pone la hora, el lugar y el cliente. Ella solo pone la vida.
La historia de Yanet no necesita de más palabras para saberse llena de violencia. No creo que sea la realidad de todas las que la leen, pero me atrevo a especular que al menos en una ocasión todas hemos sido vejadas por un macho prepotente.
Y aunque para unos la violencia de género es solo una etiqueta innecesaria, un fragmento de un fenómeno mayor; la evidencia apunta a que las modalidades, los factores de riesgo y las consecuencias de las agresiones contra las mujeres son muy diferentes a los de los asociados con los hombres.
Mientras ellos tienen mayores probabilidades de enfrentar actos violentos en contextos de conflictos armados y actividades delictivas; ellas son más propensas a sufrir acoso verbal, psicológico y lesiones provocadas por personas cercanas, y en especial, de su pareja.
Los datos son irrefutables, las mujeres son la abrumadora mayoría de victimas ante la violencia sexual, y estadísticamente un porcentaje relevante muere a manos de sus violadores. Además, estos actos concretos tienen consecuencias para la salud reproductiva más agresivas que las de la violencia contra los hombres.

Según el estudio Violencia contra las mujeres en América Latina y el Caribe: análisis comparativo de datos poblacionales de 12 países, “La violencia por parte de un esposo o compañero comprende desde experiencias ocasionales hasta situaciones prolongadas y crónicas, llamadas ‘maltrato’. Este abarca una amplia variedad de tipos, actos y niveles. Muchas entrevistadas habían sufrido violencia física moderada, como bofetadas o empujones; pero la mayor parte de las mujeres golpeadas informaron haber enfrentado sucesos ‘graves’”1Organización Panamericana de la Salud, 2012. https://www3.paho.org/hq/index.php?option=com_docman&view=download&category_slug=violencia-5197&alias=24353-violencia-contra-mujeres-america-latina-caribe-analisis-comparativo-datos-poblacionales-12-paises-353&Itemid=270&lang=en.
América Latina posee 14 de los 25 países con mayores índices de feminicidio, según una encuesta de 2016 realizada por Small Arms Survey y citada por la ONU en 2018. Para ese período doce mujeres y niñas fueron asesinadas cada día en la región continental debido a cuestiones de género.
En el presente, las legislaciones de varios países han tipificado el delito de feminicidio y agravado la pena relacionada a crímenes similares. No obstante, son los menos, y la verdadera erradicación de la violencia de género solo puede ser posible desde un análisis multisectorial del fenómeno.
Si abordamos el tema desde una perspectiva de salud pública, los factores comunitarios y sociales son los más importantes para identificar formas de prevenir, particularmente, la violencia sexual. Puesto que son las dinámicas sociales y los conceptos culturales los que apoyan y perpetúan creencias que suscitan la violencia de género.
Como evidencia de lo antes dicho, la publicación Comprender y abordar la violencia contra las mujeres, realizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), menciona que: “Los factores vinculados con tasas más elevadas de violencia perpetrada por hombres incluyen normas tradicionales y sociales favorables a la superioridad masculina (por ejemplo, considerar que las relaciones sexuales sean un derecho del hombre en el matrimonio, que las mujeres y las niñas sean responsables de mantener bajo control los deseos sexuales de los hombres o que la violación sea un signo de masculinidad) y sanciones jurídicas y comunitarias poco rigurosas contra la violencia2Repositorio Institucional para Compartir Información, OMS. 2013 https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/98821/WHO_RHR_12.37_spa.pdf?sequence=1&isAllowed=y”.
Y es que las respuestas a la violencia contra las mujeres están influidas en gran medida por la subordinación social, económica y jurídica de las mismas. Por ejemplo, la vulnerabilidad de las mujeres es directamente proporcional a la desigualdad de género en sus relaciones conyugales y con la dependencia económica. El nivel educativo es otro incidente clave, muchas formas de maltrato como los vejámenes físicos por parte del esposo a menudo son normalizadas por leyes, instituciones y normas comunitarias en regiones de poco o escaso acceso a la educación.
Algunos investigadores plantean que la violencia machista puede ser no solo una manifestación de la desigualdad de género, sino también una manera de imponerla. La realidad es que los actos violentos contra las féminas son solo una ramificación causal de la ideología machista imperante, es decir, del patriarcado.
América Latina tiene el deber postergado con sus mujeres de luchar por la eliminación de este flagelo. Si mejoramos la prevención primaria de la violencia, así como la capacidad de los servicios de salud para reconocer tempranamente a las sobrevivientes de abuso, si proporcionamos a las mujeres una atención apropiada, estaremos más cerca de aligerar su carga.
Optimizar la evidencia científica sobre la naturaleza de la violencia contra las mujeres. Realizar estudios que comprendan la magnitud, las consecuencias y los factores de riesgo son a su vez un medio de visibilizar y recopilar información valiosa para crear estrategias de acción.
Mientras no se logre una unión entre entidades que abarquen no solo el sector de la salud o el poder judicial; un buen funcionamiento de los servicios de protección social y una priorización del sector educacional, las mujeres como Yanet tendrán que seguir maquillando sus golpes.