Las mujeres en el arte II
2da parte del ensayo sobre las mujeres en la historia del arte.
2da entrega
A las mujeres no se les consintió pisar las escuelas de artes hasta finales del siglo XIX; eso sí, con rigurosas prohibiciones amparadas por la defensa de la moralidad, como el acceso a las clases de desnudo. Negada esta formación, se vieron obligadas a abandonar temáticas perentorias como la mitológica y la histórica. Limitadas al paisaje, los bodegones y el retrato; los géneros considerados más importantes y los que permitían que un artista fuera estimado como “genio”, quedaban reservados a los varones.
Luego de este lapso fue un tanto más permisible la idea de una mujer detrás del caballete; claro está que el arribo mujeril a la vida artística estuvo mediado por la subestimación de sus capacidades, el recelo del gremio, el escándalo público, la renuncia al estatus social y las miradas de soslayo. Bien apunta John Stuart Mill cuando analiza que la voluntad de la mujer a trascender se ve debilitada por todas las exigencias interiorizadas de la sociedad patriarcal, como por una plétora de bienes materiales y “reconocimiento social”: la mujer rebelde se juega mucho más que sus cadenas.
Las rubricas femeninas en los lienzos aumentaron de a poco, con el mismo paso tardo con que los hombres fueron obligados a ceder terreno; debieron pasar muchos años, hasta que en la década de 1970, con la consideración de la diferencia sexual en la reflexión histórico-artística, producto del auge del movimiento feminista, se planteara una intervención de género en la Historia del Arte que puso en entredicho, por vez primera, el paradigma hegemónico. Hoy, en pleno siglo XXI, el feminismo sigue revolucionando como puede las esferas de la vida y aunque hay muchas más mujeres creando, el mundo del arte tiene todavía una gran deuda con ellas.

Tuvo que marcar el calendario 198 años para que el Museo del Prado, uno de los más importantes del arte europeo, dedicara por primera vez en sus dos siglos una exposición exclusiva a una mujer: la pintora flamenca barroca Clara Peeters, quien fue la elegida para romper el tabú del patriarcado artístico. En respuesta a las demandas del activismo feminista, Leticia Ruiz, jefa de Pintura Española del Renacimiento de la pinacoteca, declaró en entrevista a RTVE noticias: “El Prado es un museo de pintura antigua y no podemos cambiar la historia, pero somos conscientes de que existe una laguna en la visibilidad de las artistas. Es justo y nos estamos poniendo las pilas (…)”.
Arte moderno: machismo sutil
En el Museo Nacional de Mujeres en las Artes, de Washington, el mayor del mundo dedicado en exclusiva a la colección de obras de artistas femeninas, el 51% de sus creadores son mujeres. Si en una institución cuyo objetivo es destacar a las féminas éstas apenas sobrepasan la media, ¿qué puede esperarse del mercado del arte, donde según la misma institución, “todavía son minoría”?
En una investigación realizada por la reportera Sabine Oeleze, publicada en la emisora internacional alemana Deutsche Welle, en la que se recogen testimonios de varios galeristas y marchantes de arte sobre el tema de la desigualdad de género; opiniones como las de la galerista Anke Schmidt nos develan las marcadas brechas que aún perviven en el ramo: “Tenemos algunas mujeres, pero si hacemos cuentas, son apenas una tercera parte. Represento a artistas de renombre internacional: pintores, escultores y fotógrafos. La mayoría de ellos son hombres. Ni lo había pensado, cuando lo piensas, te das cuenta de que hay un desequilibrio. Incluso siendo yo una mujer”.[1]
Por desgracia este no es un caso aislado, sino la punta de la madeja que termina, en un ovillo entretejido durante años de cultura patriarcal. Sea en Nueva York, Berlín o Pekín, dos tercios de las galerías de todo el mundo representan a más hombres que mujeres. Según el estudio realizado por el museo londinense Tate Modern, los datos constataron que en las metrópolis del arte como Londres sólo uno de cada veinte marchantes de arte presta atención a un equilibrio de género.
«Se trata cada vez más de una inversión, de agregar valor», dice Anke Schmidt. «Entonces, por supuesto, la pregunta que surge es cómo evolucionará el valor de mercado de una artista que potencialmente será madre, tendrá menos tiempo y cambiará su forma de trabajar».[2] Con motivo del Art Basel en Miami, la revista digital Artsy publicó un estudio en el pasado diciembre que prueba que incluso las propietarias de galerías prefieren vender obras de artistas masculinos.
En España, por ejemplo, el precio de las creaciones de una mujer es significativamente menor, apenas el 27% es plantilla en una galería y la maternidad continúa siendo un obstáculo. Así lo revela el Estudio sobre desigualdad de género en el sistema del arte en España, elaborado por la historiadora del arte Marta Pérez Ibáñez. En palabras de su autora: “Existe un evidente desbalance en visibilidad y capacidad de acceso a los mecanismos de distribución, legitimación y comercialización de la obra de arte respecto de los artistas hombres”.[3]
¿Ser mujer hace más difícil ser artista?, le pregunto a Shany Herrera, una joven fotógrafa cubana: “Depende de la fuerza que tengas para abrirte paso en un mundo complejo en el que median cosas muy complejas como la posición social o el nivel adquisitivo. Creo que el machismo de hoy en el mundo del arte es más sutil: he conocido casos en los que algunas mujeres han recibido insinuaciones de connotación sexual para que se les reconozca su trabajo, sea en concursos o eventos similares”.
¿Has presenciado o experimentado manifestaciones machistas en tú profesión? Interrogo a YosvanI Gonzales Diaz, artista plástico. “Muchas personas han supuesto que soy homosexual por el hecho de saberme artista, sin embargo, nunca he recibido esta suposición de personas que no conocen mi formación. ¿Casualidad? No lo creo”. A la misma pregunta Shany expresa: “Cuando haces foto de desnudo femenino, por ejemplo, más gente quiere ver tu trabajo. Este tipo de creaciones todavía es muy controversial, por una parte, se busca el morbo en esta clase de fotografía y por otra es mal vista en muchos espacios, comportamientos ambos, de raíz machista. Del mismo modo me ha pasado que cuando algunos hombres se enteran que tengo pareja el interés por mi trabajo cambia”.
Nadie puede constatar que exista un machismo explícito que incline la balanza, y es que no hay ya una institucionalización patriarcal que niegue la formación de mujeres, les impida ser contratadas por galeristas o legisle una mayor remuneración para los hombres, sin embargo, la evidencia es clara: hay desigualdad, y mucha.
Si intentamos desentrañar entonces el por qué, convendremos siempre en una misma cuestión. La causa que nos lleva a creer que no hubo mujeres artistas a lo largo de la Historia del Arte es la que coloca, también, a las artistas modernas un paso por detrás de los hombres. El feminismo ha conquistado leyes e instituciones, pero falta conquistar la mentalidad, el machismo sigue siendo generalizado porque es una cuestión cultural.
“El colonialismo cultural tiene mucho peso, las posturas europeístas, que hoy son las principales fuentes por las que se estudia el arte, nacen de posiciones clasistas y heteropatriarcales, además de racistas; se nos legaron estas formas de visión” nos dice en entrevista exclusiva la profesora Mónica Núñez Ferreiro, Licenciada en Historia del Arte de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, quien además refiere: “Se están realizando grandes esfuerzos por visibilizar otras posturas más inclusivas. Hay que dejar de ver la Historia del Arte como algo absoluto, sino que debemos continuar construyendo esta verdad y cuestionándola”.
¿Cómo cambiar el panorama?, es mi interrogante para la profesora de Literatura, en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, MsC. Osneidy León Bermúdez: “Desde las pioneras del feminismo se han señalado los derechos de iure y de facto. Esto es un derecho de existir, ser conocidas, difundirse, estudiarse, que deben de tener de facto al igual que los hombres creadores, las mujeres. No debe ser una imposición, un balance, una proporción, una representación estadística. Lo que puede hacerse es divulgar más, en la medida de lo posible, la obra de las artistas, desde espacios culturales, sociales y académicos”.
Por su parte Núñez Ferreiro sentencia: “Hay que cuestionar las posturas androcéntricas del arte porque se nos naturaliza por ejemplo el ver a la mujer como objeto del arte y no como sujeto. Se naturalizan interpretaciones machistas y clasistas del arte. Problematizar los textos, ampliarlos, enriquecerlos, pero no satanizarlos. No les sobra, pero les falta. Brindar otros estudios menos parcializados; realizados desde categorías conceptuales y metodológicas que no reproduzcan este sesgo son una parte importante del camino”.
Como señala John Stuart Mill “Todo aquello que es habitual se nos hace natural, siendo el sometimiento de la mujer al hombre una costumbre universal”[4]. La respuesta a las preguntas ¿por qué no se conoce a las grandes mujeres artistas? y ¿por qué existe desigualdad de género en el mundo del arte?, nos lleva a una verdad marxista que casi siempre se diluye en la falsa idea del arte libre y democrático por excelencia. El arte no es una actividad autónoma de un individuo tocado por un don creativo e influido por artistas precedentes y de forma más sutil por sus condiciones sociales. “La situación global de la producción artística tanto en lo que respecta al desarrollo del creador o en lo relativo a la naturaleza y calidad de la obra de arte se encuadra en una situación social y está condicionado por las instituciones sean academias, el mercado del arte o el imaginario del artista macho o marginado social”, nos dice Linda Nochlin.
Somos ante todo sujetos sociales y en esta sociedad piramidal en la que las certezas se decantan con mayor fuerza desde la verticalidad, donde las instituciones, figuras y entes de poder señalan “el deber ser” o al menos de ellos depende la oficialización de las “verdades” sólo una revolución de pensamiento desde las academias y puertas afuera hacia el diarismo de las masas podrá devolver a las grandes maestras al lugar que les pertenece y realmente democratizar el ejercicio artístico para las mujeres.
[1] Museo del Prado, 2016. https://www.museodelprado.es/actualidad/noticia/el-museo-del-prado-presenta-su-primera-exposicion/e5fd751b-67e8-48db-bb5a-bf8bfddcc1f5
[2] Culturplaza, 2021. https://valenciaplaza.com/la-directora-de-la-tate-modern-habla-sobre-la-igualdad-en-las-artes-en-el-centre-del-carme?amp=1
[3] Revista de investigación y pedagogía del arte, 2020. https://publicaciones.ucuenca.edu.ec/ojs/index.php/revpos/article/view/3021
[4]
Juana María Gil Ruíz. “John Stuart Mill y la Violencia de Género: las trampas de la educación diferencial.” John Stuart Mill (2006). Actualidad del paradigma utilitarista en la Política y el Derecho.Universidad de Granada, 2006. https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&url=https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2476035.pdf&ved=2ahUKEwi7hq3fv8H0AhXSTTABHe5YAnEQFnoECAUQAQ&usg=AOvVaw1KNogOhKnKEXfYnL-CoPaa