Malinches, Ramonas y Rigobertas: la invisibilización de la mujer indígena
Un texto que pretende concientizar respecto de la invisibilización de la mujer indígena.Explorando emblemáticas trayectorias de algunas mujeres como la Malinche, la comandanta Ramona y Rigoberta Menchú
“Mujeres de mole, barro y leyenda, gestan en su mente la descomposición de estructuras que oprimen y castigan su naturaleza”
Los sistemas de la opresión
Pensar en sociedades homogéneas es uno de los grandes errores de los sistemas políticos del mundo. La región de América Latina, a partir de los procesos de conquista, fue sometida a sistemas de organización política influenciados por la experiencia europea, permitiendo que los procesos de independencia arrastraran corrientes y costumbres tendientes a la formación de Estados-Nación. Con ello, los estados independientes comenzaron implícitamente con sistemas organizacionales orientados a la abolición de la identidad social de los pueblos que precedían a la intervención europea.
Los pueblos fueron paulatinamente disminuidos en su fortaleza cultural, despojados del lenguaje, de la transmisión de sus conocimientos ancestrales y reducidos a producto de atracción turística. No obstante, dentro de la estructura social de los pueblos existen figuras tradicionalmente oprimidas por sus prácticas culturales: las mujeres.
No es raro identificar sociedades patriarcales, dominadas por estereotipos impenetrables que segregan el papel de la mujer a los confines del olvido y la violencia. Así, el papel de la mujer dentro de los pueblos indígenas ha quedado invisibilizado o, en el mejor de los casos, disminuido.
Mujeres indígenas en las luchas latinoamericanas
Las luchas indigenistas de la región han dejado rastro del importante actuar de distintas mujeres. La Malinche, además de ser traductora de Hernán Cortez en la conquista de Mesoamérica, fue una hija entregada como esclava que en el dolo histórico se convirtió en la traidora que condujo a los conquistadores por los caminos correctos para concretar una invasión certera y contundente. A pesar de los mitos que villanizan a Malinche, debe reconocerse que en ella existió temperamento e inteligencia para pasar de ser carne de cañón a ser pieza fundamental de la historia cultural de los países del viejo territorio de Mesoamérica.

De Malinche recuperemos una crítica puntual hacia los movimientos bélicos del mundo: las mujeres como bandera de cambio, pero también como territorio por conquistar, hablando en términos de corporalidad, como propone Rita Segato. Sin embargo, también los mitos que acompañan a Malinche como personaje constituyen un debate permanente en la tradición identitaria de la sociedad mexicana. ¿Somos hijos de la Malinche? ¿Ella es la madre del mestizaje? ¿Es la Malinche el símbolo de la mujer “rajada”, como propone Octavio Paz?
Le valió una larga experiencia política y organizacional a México para reconocer legalmente la composición multicultural, devenida de la figura de la Malinche. Fue hasta 1994 cuando esta composición se expresó dentro de la Constitución el reconocimiento que el orden estatal le da a los sistemas de gobierno de los pueblos y comunidades indígenas.
El movimiento que detona el reconocimiento de los pueblos indígenas es el del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Má allá de la popularizada figura del Subcomandante Marcos, se encuentra la Comandanta Ramona, como guía de las mujeres chiapanecas en la toma de San Cristóbal de las Casas, quiénes, a finales del siglo XX consiguieron cambiar el reconocimiento de las mujeres indígenas mexicanas, no sólo desde la mirada comunitaria, sino desde la mirada de toda una nación que las había recluido en el olvido y la violencia.
En el legado de la Comandanta Ramona se encuentra depositado el discurso de muchas mujeres del EZLN que tuvieron voz y liderazgo en el movimiento indigenista más importante de México. La dignidad de los pueblos indígenas también se defiende con el combate interno de las costumbres que oprimen y silencian las voces de las comandantas.
Por último, Rigoberta Menchú, nacida en El Quiché, Guatemala, es una activista que en los años 70 comenzó a militar en organizaciones que combatieron la represión indigena perpetrada por miembros del ejército guatemalteco contra los pueblos mayas. La trascendencia de su voz hizo visible la tortura y los tratos crueles que padecieron los pueblos indígenas de Guatemala en tiempos de la Guerra Civi.
De Rigoberta recuperamos un tema poco reconciliado entre México y Guatemala: pese a que las divisiones políticas dividieron a México y a Guatemala, jamás se podrán trazar fronteras dentro de la composición orgánica de la región maya.
Ellas son algunas de tantas mujeres indígenas que han luchado, primero contra los estereotipos comunitarios que en gran medida reducen el papel de la mujer a sólo dadoras de vida y hadas del hogar.
Mujeres anónimas
No podremos hacer justicia a todas las mujeres del pasado que han vivido y muerto en el anonimato, silenciadas y reprimidas por luchar contra sistemas que no han sido pensados ni construidos para incluirlas; sin embargo, podemos comenzar adecuando nuestros sistemas para que las mujeres indígenas tengan la protección adecuada frente a aquellas estructuras que les impiden desarrollarse tanto como quieran.
Hoy podemos comenzar a compartir y empatizar con las historias de aquellas mujeres que desdibujan el núcleo de comunidades que oprimen en voz y en participación a comandantas, a activistas, a niñas que deciden salir de los roles tradicionales para ir a la universidad, a madres que no toleran la violencia en ningún sentido, a mujeres que gozan de su sexualidad y deciden sobre su propio cuerpo; a Malinches, Ramonas y Rigobertas que luchan con fuerza y convicción hasta su último aliento.