La cosificación de las mujeres.
Cuando se discuten temas sobre la autonomía y el respeto del cuerpo de las mujeres, seguro has escuchado que las feministas utilizan conceptos como el de “cosificación”.
Cuando se discuten temas sobre la autonomía y el respeto del cuerpo de las mujeres, seguro has escuchado que las feministas utilizan conceptos como el de “cosificación”. “Dejen de cosificar a las mujeres” o “las mujeres hemos sido cosificadas por este sistema económico” son unas de las tantas frases que se utilizan en el debate como si se tratase de un elemento de gran importancia a considerar. Y esto tiene su razón de ser, por eso en Femísticas nos parece importante explicar el concepto.
¿Qué es la “cosificación”?
Cosificar significa transformar las relaciones sociales y personales en relaciones de las cosas. Se trata de una transformación históricamente pasajera, propia de la producción mercantil; y en particular de la sociedad capitalista. En este sistema económico se recurre a la despersonificación de los seres humanos y paralelamente a la dotación de las cosas de propiedades del sujeto (personificación)[1]. En otras palabras, cosificamos a una persona cuando la tratamos como una cosa, un objeto y no como un sujeto; y, por ende, despojamos a esa persona de los derechos y atribuciones propias que tiene como ser humano. Las actividades personales de las mujeres y hombres que son cosificados se reducen y quedan sujetas al valor de la cosa u objeto en el que se está convirtiendo.

¿Qué es la cosificación de la mujer?
Cosificar a la mujer significa transformarla de persona a objeto, hacer uso de ella, de su cuerpo o de su imagen para finalidades que no la dignifican ni como mujer, ni como ser humano. El ejemplo más claro en nuestra sociedad de cosificación de las mujeres es el sexual: las mujeres son convertidas en objetos sexuales a disposición del mercado masculino. Así aparecen sus imágenes impresas en revistas para el consumo de los varones que las requieran como incentivo de su imaginación a la hora de masturbarse; aparecen sus cuerpos en las páginas de internet, por medio de las cuales llegan enormes ganancias a las empresas dedicadas a la pornografía.
Otras formas de cosificación de las mujeres en nuestro sistema económico capitalista son el uso de su cuerpo para la venta de mercancías. Desde los anuncios televisivos que exponen a mujeres semidesnudas para vender automóviles, o aquellos anuncios en los periódicos donde muestran a mujeres con ropa diminuta en sus portadas y con frases sugerentes. También lo vemos cuando exhiben los cuerpos femeninos en los noticieros para dar el clima o en aquellos espectaculares que son observados en las principales avenidas de las ciudades con mujeres de cuerpos bien torneados que te sugieren contratar ciertos servicios.
Los cuerpos femeninos son usados como objetos para vender objetos, son explotados para vender herramientas, licores, cigarros, desodorantes, tractores; incluso, para vender eventos deportivos. Las mujeres son cosificadas y fragmentadas, porque muchas veces toman partes de su cuerpo, específicamente zonas concretas de su cuerpo que pueden resultar más sexualizadas y llamativas. De esta manera las mujeres cosificadas terminan reduciéndose en un par de senos, en unas piernas bonitas, en unos glúteos tonificados o en unos labios pigmentados para la venta de productos.
Por todo esto es que las feministas hablan sobre la cosificación, porque en esta lucha encarnizada por el reconocimiento de los derechos de las mujeres no se puede pasar por alto el uso que se le ha dado a nuestros cuerpos para la compra-venta de mercancías; porque esas mujeres expuestas son tratadas como objetos que también se pueden comprar y vender sin pudor alguno; y con ello, son despojadas de su dignidad como personas, como seres humanos. La cosificación de la mujer contribuye a muchos de los grandes problemas sociales a los que nos enfrentamos, ya que la cosificación no necesariamente es voluntaria en todos los casos. Las redes de trata de personas, incluyendo el tráfico sexual de niños y niñas tiene su origen en la cosificación de estos seres humanos en objetos para su adquisición. Porque resulta que existen personas que creen que por tener dinero con qué comprar, pueden poseer a otros seres humanos que son explotados para su satisfacción. Total, para ellos es como comprar otra cosa más, otro producto, otro objeto, otra cosa.
[1] Iván T. Frolov. Diccionario de Filosofía. Ed. Progreso. Rusia, 1984