Homoparental y lesboparental.
¿Qué significan los términos “homoparental” y “lesboparental”? ¿Qué quieren decir? ¿Por qué se usan? Aquí te explicamos brevemente de qué se trata.
La familia tradicional compuesta por una madre, un padre y sus respectivas hijas e hijos, ha dejado de ser el único tipo de familia. Si bien hay familias en las que alguna figura ascendente pude faltar (madre o padre), no resulta tan escandaloso como la inefable aberración de que dos personas del mismo sexo quieran formar una familia. Al menos esto es lo que piensan los grupos más conservadores de nuestra sociedad.
La “homoparentalidad” es un término moderno que ha sido adoptado socialmente por los diferentes movimientos de diversidad sexual, y en su estricto sentido una familia homoparental se da cuando dos personas del mismo sexo se convierten en padres o madres por medio de la adopción o de la reproducción asistida.
Por su raíz etimológica: homo (hombre) y parental (padres o parientes) no contempla la unión de dos mujeres que tomen la crianza y educación de niñas o niños. Por lo que el término correcto para esta familia sería: familia lesboparental. Ella consiste en un vínculo afectivo y estable de dos mujeres que han de tener hijas o hijos por adopción o por algún otro método de reproducción (inseminación artificial, fecundación in vitro, etc.).
Para las parejas del mismo sexo resulta mucho más difícil acceder a la adopción. La razón es la constante presión de la institución religiosa más poderosa en nuestro país, la iglesia católica, seguida de un sinfín de estigmas machistas y sociales que las ponen en desventaja. En nuestro país, 14 estados contemplan la adopción por parejas del mismo sexo. No obstante, hasta agosto del 2020 sólo cinco parejas habían podido acceder a este derecho, es decir sólo el 0.2% del total de adopciones en todo el territorio mexicano, según datos del INEGI*.

Los dolorosos prejuicios que deja el patriarcado y su aliada ancestral, la religión, han impedido que muchas niñas y niños no puedan tener una familia. Parece que es menos criminal dejar en desamparo a los 1.6 millones de menores, según cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)*, que permitir que las parejas del mismo sexo puedan tener una adopción sin trabas.
Se nos olvida que como sociedad debemos procurar que nuestras infancias se desarrollen en un espacio libre de todo tipo de violencia, con educación y en un espacio emocional sano que los incite al amor y no al odio. Lamentablemente si permitimos que las obcecaciones de unos frenen el derecho de otros, será imposible que nuestra sociedad avance de manera equitativa.