Piropos: ¿Galantería o acoso?
Transitar por cualquier avenida en hora indistinta, siendo mujer, se convierte en una proeza, un deporte extremo que nos ha enseñado a pensar dos veces el atuendo que usaremos durante el día.
Galante aliado verbal
del poder masculino.
Piropo Madrugador
Transitar por cualquier avenida en hora indistinta, siendo mujer, se convierte en una proeza, un deporte extremo que nos ha enseñado a pensar dos veces el atuendo que usaremos durante el día. Por las mañanas no anteponemos el color de falda que más nos agrade, sino el pantalón que provoque menos la “picardía” de las palabras de los varones que gustan de alabar y admirar la belleza femenina.

Debemos ser cuidadosas con el escote que usamos para que, en el transporte público, no desate los típicos “soniditos” de: tsss… como hacen los bisteces. Debemos claro, también, atender el detalle de nuestra blusa para que no transparente nuestros pezones, porque a los hombres les parece inapropiado y, a la vez, excitante. Todo ello nos cruza por la mente al despertar, porque queremos ser grises ante los ojos de los frenéticos poetas del asfalto que giran la cabeza con arrebato para mirar sin disimulo las pequeñas, o grandes, nalgas que tenemos.
A pesar de no ser para nosotras un ejercicio de interacción social agradable, hay quienes piensan que es “natural” la mirada lasciva con la que nos da la bienvenida el señor conductor del transporte público. Argumentan que la vista es natural y que, por tanto, es imposible contenerse ante un par de senos que yacen debajo de una blusa implorando por ser vistos. Lo que da como resultado un “piropo”, expresión verbal de halago a la apariencia de una persona, al menos en teoría.
El origen de las candentes palabras
Para comprender mejor el uso cotidiano del piropo quizá debamos ir al origen de la palabra. En su estricto sentido, el piropo es un mineral que pertenece al grupo de los granates, que tiene una tonalidad rojiza y que por ello su raíz griega se traduce como: fuego y ojo. Es decir, su significado etimológico es fuego en los ojos. Y con este significado lo encontramos en los diccionarios desde 1843.
Ahora bien, para quienes alardean de intelectuales progres, abanderándose con la figura de Francisco de Quevedo para argumentar que el piropo es parte de nuestra cultura, haciendo énfasis en que el literato utilizó piropos para crear las más bellas metáforas, hay que recordarles que el madrileño tiene una gran carga de misoginia en sus escritos. Ésta se evidencia en La Vida de Marco Bruto, en sus opiniones respecto al matrimonio y en la construcción de la figura femenina. Así que quienes se escudan en el autor de Sueños y discursos, deberían replantear la magnificencia literaria de quien hablan y lo carente del alarde banquetero que se usa hoy en día.
El lenguaje amenaza
Ahora bien, debe considerarse lo peligroso y denigrante que puede ser la libre expresión de algunos hombres, particularmente de aquellos que afirman no pretender más que ofrecer un cumplido a quien así lo merece. Sucede que al corte del octavo mes del año 2020, el número de crímenes, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), es de 626 muertas a nivel nacional, así que comprenderán que un piropo puede ser una alerta para saber que podemos ser atacadas. Una palabra obscena disfrazada de coquetería es quizá lo último que escuchó una de tantas mujeres que fue subida a un auto para luego ser violada, torturada y muerta.
Para los defensores y las defensoras de la libertad de expresión, pudieran parecer exageradas las medidas que sancionan con arrestos, que van desde las 24 hasta las 36 horas, a quienes incomodan con piropos a las transeúntes. Afortunadamente, en la Ciudad de México, en algunos municipios del Estado de México como Toluca, Ecatepec y Naucalpan; así como en Guanajuato capital; ya sanciona esta práctica objetivizante.
Y es que, en efecto, lo único que genera el piropo es el ejercicio hegemónico del sexo masculino sobre nosotras, dando su aprobación a nuestro cuerpo, como si se tratara de un objeto, una pieza de ornato. Pero en absoluto resulta una exageración la expresión marcada de poder que se muestra como el indicio de conductas violentas, que van del acoso a la violación y en el peor de los casos, al feminicidio.