El lastre del amor romántico.
“… el amor romántico es la herramienta más potente para controlar y someter a las mujeres, especialmente en los países en donde son ciudadanas de pleno derecho y donde no son, legalmente, propiedad de nadie.”
Dice la escritora española Coral Herrera que “… el amor romántico es la herramienta más potente para controlar y someter a las mujeres, especialmente en los países en donde son ciudadanas de pleno derecho y donde no son, legalmente, propiedad de nadie.”[1] Sin embargo, tal y como nos lo ha enseñado la historia de la humanidad, ningún sistema dominante sería capaz de dejar escapar a aquellos sirvientes que le son funcionales. Por eso, al igual que el Faraón de Egipto que hizo perseguir a los judíos hasta el Mar Rojo para impedir su libertad, el patriarcado hace lo suyo de una manera más sutil con el uso del amor romántico.
El patriarcado educa a los hombres de tal manera que puedan combinar el cariño hacia las mujeres, con el maltrato. Violencia que sirve para destrozar la autoestima de las mujeres y provocar su dependencia. El binomio maltrato-bueno, también descrito por Coral Herrera, les permite enamorarlas y dominarlas. Puede sonar un poco exagerado, o quizá para algunas románticas empedernidas puede parecer extremista el cuestionamiento al sentimiento, considerado por muchas personas como “el mejor de la humanidad”. Cabe destacar que el problema no es el sentimiento en sí mismo, el problema es la utilización que le ha dado el sistema patriarcal para la manipulación emocional de las mujeres.
Todas y todos conocemos a gran cantidad de mujeres que, bajo el discurso del amor, se aferran a situaciones de maltrato, abuso y explotación. Por amor toleran insultos, violencia, desprecio y humillaciones. Mujeres que, por amor, sacrifican sus propias metas, se anulan ante el varón, limitan su libertad, pierden sus redes sociales de apoyo y terminan aisladas con tal de satisfacer los deseos de aquel ser amado. Mujeres que nunca tienen metas o sueños propios, que todo lo hacen en función de los hombres de su vida: primero de su padre, después del marido y finalmente por el hijo. Y que, inclusive, cuando tienen la posibilidad de tomar las riendas de sus decisiones se quedan inmóviles e indefensas sin saber qué hacer o qué elegir, pues tal como les ocurre a los canarios criados en cautiverio, una vez liberadas no saben cómo utilizar su libertad.

La sociedad nos enseña que ese amor nos convierte en mujeres de verdad, nos dignifica, le da sentido a nuestra vida. Si alguien es capaz de amarte, significa que eres exitosa; mejor aún, si es un hombre el que te ama, eso te da valor, te hace especial, te hace madre, te hace señora[2]. Pero si no logras que un hombre te ame, entonces terminas condenada al ostracismo, como una quedada desdichada que cargara con su soledad hasta la tumba. Si no fuiste capaz de retener a un varón, entonces eres una fracasada; pero si para tu mala suerte, ni siquiera con tus hijos lograste amarrar a esa persona a tu lado, entonces no sólo tuviste un fracaso, si no que además eres una “luchona” que será juzgada por la sociedad eternamente. Inclusive, si se muere tu pareja sentimental, lo más seguro es que termines relegada a las sombras como la buena viuda que no merece rehacer su vida.
Pero también ese amor, que nos convierte en seres dependientes, puede convertirnos en seres egoístas. Seres que esperan que el otro (esposo, hijo, etc.) abandone todo lo que quiere del mundo (tal y como las mujeres lo han hecho en el transcurso de la historia, por imposiciones sociales) para permanecer a nuestro lado “pagando de esa manera el amor que nosotras le hemos otorgado”. Y cuando eso no ocurre, entonces vomitamos reproches todo el tiempo por esas miles de cosas que nosotras sí entregamos. Pues si alguien no nos ama como nosotras queremos, entonces nos volvemos seres amargados, con discursos victimistas y chantajistas. Esa es la razón por la que hay una enorme cantidad de madres en conflicto constante con la libertad de sus hijos y con el “poco” reconocimiento de su poder y de sus sacrificios una vez que son adultos.
El amor romántico es para las mujeres un arma de doble filo, puede ser el sentimiento más hermoso en nuestra existencia o el más grande de los infiernos. La dependencia que nos genera hacia nuestra pareja es la causante de que, al no ser correspondidas, cuando nos son infieles o cuando nos abandonan; terminemos fracasadas, solas, llenas de rencor u odio. Y esto por lo general ocurre porque cuando algunas mujeres se sienten abandonadas, comienzan a reflexionar sobre todas las cosas que han postergado, sobre todo aquello que dejaron de lado y todos los sacrificios que hicieron con tal de mantener esa relación sentimental. Sin embargo, pese a todos sus esfuerzos, desde su propia perspectiva se sienten insuficientes para aquel amante que ya no las quiere, lo cual puede resultar devastador. Y si añadimos que muchas veces no tienen un proyecto de vida propio, se encuentran entonces frente a una crisis emocional que puede mantenerlas estancadas por mucho tiempo.
Por eso considero que es importante comenzar a llamar las cosas por su verdadero nombre, el amor romántico no es amor. Eso que socialmente aceptamos como amor, en realidad es dependencia, necesidad, miedo, soledad, masoquismo, una idea de utopía colectiva, pero no es amor[3]. Peor aún, es un mecanismo cultural para perpetuar el patriarcado. Vivimos ese amor construido desde el culto a la propiedad privada, desde la desigualdad entre hombres y mujeres; ese amor en el que nosotras estamos condenadas a amar con devoción como si nuestro amante se tratase del mismo Jesucristo.
A las mujeres nos han enseñado a amar la libertad del hombre, no la nuestra. Por eso sin importar las circunstancias estamos obligadas a sacrificar lo que sea por el ser amado, por alentarlo, por apoyarlo o inclusive de hacer lo que le corresponde a él, excusando su irresponsabilidad emocional y funcional, con miles de pretextos que ya nos sabemos de memoria. Que si es un hombre muy ocupado, pues ¿cómo va a tener tiempo para escuchar mis problemas? Que si no cuida a sus hijos, debemos entender que no puede hacerlo si trabaja demasiado o no lo educaron así. Que si no demuestra su afecto, lo justificamos porque seguramente tuvo una crianza carente de inteligencia emocional o represora. Que si se exalta y maltrata a la familia, debemos comprender que los hombres son explosivos por naturaleza o que es posible que tenga muchos problemas fuera del hogar. Que si abandona a sus hijos, respondemos que quizá tenía sueños que alcanzar u otros objetivos. Esas y miles de justificaciones más ponemos sobre la mesa antes que juzgar a nuestros amados por sus actitudes, por su carente responsabilidad afectiva, por su falta de compromiso y por el egoísmo que ellos vinculan a la búsqueda de su libertad. Pero entonces, me pregunto ¿en dónde queda nuestra libertad? ¿Dónde quedan nuestros sueños, intereses y anhelos? Piénsenlo detenidamente y la mayoría de las veces, quedan invisibilizados por los de aquel al que nos enseñaron que debíamos amar más que a nada en el mundo.
Las mujeres amamos a los hombres, los admiramos o, mejor dicho, admiramos sus privilegios. Admiramos a aquellos que de alguna u otra manera son poderosos. Y esto tiene completo sentido si consideramos que para muchas mujeres lo más cerca que podrán estar al poder, es en relación con su pareja sentimental. La desigualdad económica y la dependencia emocional nos ha llevado a limitar nuestra libertad, a soñar a través de otros, a vivir en función de otros. Si un hombre tiene dinero resulta atractivo para muchas mujeres ya que es un ente que refleja oportunidades, al menos en el sistema económico en el que estamos inmersos. La sociedad nos ha enseñado a ser bonitas para atraer ese tipo de oportunidades, conseguir a alguien que pueda mantenernos, que nos proteja, que nos quiera y que no nos abandone. La realidad para algunas mujeres que creen que con un buen marido tienen la vida resuelta, puede ser muy diferente. Incluso si con casarse lograron conseguir la estabilidad y las oportunidades anheladas, muchas veces les toca pagar el precio con la humillación y la violencia.
Es muy complejo visualizar todos aquellos comportamientos machistas que hay alrededor de la construcción del ideal del amor romántico, pero es más complejo aún salir de ellos, dejar de reproducirlos. Existen miles de mujeres atoradas en ese papel preasignado por la sociedad. Mujeres educadas para los demás y hombres educados para sí mismos. Mujeres enganchadas con las labores de cuidados y sacrificios; mientras hay hombres que huyen de los compromisos como si éstos fueran anclas a su libertad. Y en medio de todo este remolino de ideas, nos encontramos muchas personas sin tener claridad respecto a lo que emocionalmente necesitamos. Cuántas mujeres no se estarán preguntando al terminar de leer estas líneas ¿en verdad estoy enamorada? ¿Cuánto he sacrificado? ¿Mi relación es justa y equitativa? ¿Lo amo o tengo dependencia emocional hacia él? Y muchas otras dudas e interrogantes.
La verdad es que es muy difícil encontrar respuesta a todas estas preguntas, pues por más deconstruidas que creamos estar, la realidad es que no podemos desprendernos de un momento a otro de todos aquellos estereotipos de género que nos han ido inculcando desde nuestro nacimiento. Nos guste o no tenemos impregnado el machismo hasta en los huesos. Lo único que nos queda es continuar con los cuestionamientos hacia nuestros comportamientos, analizar y reflexionar los motivos por los cuales tomamos nuestras decisiones. Y en cuanto al amor, debemos priorizar nuestro bienestar en todo momento, fortalecer nuestro amor propio y aprender a establecer límites. Para que con ello podamos intentar mantener relaciones con personas sanas emocionalmente, responsables afectivamente y con una pizca de conciencia de género, por lo menos.
[1] Coral, Herrera. “La violencia de género y el amor romántico”. Revista digital Pikara Magazine, 2012. https://www.pikaramagazine.com/2012/11/la-violencia-de-genero-y-el-amor-romanticocoral-herrera-gomez-expone-que-el-romanticismo-es-el-mecanismo-cultural-mas-potente-para-perpetuar-el-patriarcado/
[2] Coral, Herrera. “La violencia de género y el amor romántico”. Revista digital Pikara Magazine, 2012. https://www.pikaramagazine.com/2012/11/la-violencia-de-genero-y-el-amor-romanticocoral-herrera-gomez-expone-que-el-romanticismo-es-el-mecanismo-cultural-mas-potente-para-perpetuar-el-patriarcado/
[3] Coral, Herrera. “La violencia de género y el amor romántico”. Revista digital Pikara Magazine, 2012. https://www.pikaramagazine.com/2012/11/la-violencia-de-genero-y-el-amor-romanticocoral-herrera-gomez-expone-que-el-romanticismo-es-el-mecanismo-cultural-mas-potente-para-perpetuar-el-patriarcado/