De Princesas Disney a mujeres (dis)funcionales.
Sin embargo, fueron muchos años y muchas las mentalidades moldeadas por Disney. ¿Cómo influyó esto en las mujeres de hoy, quienes alguna vez fueron niñas “Disney”?, ¿nuestra princesa favorita define algo en el comportamiento?, ¿el mensaje realmente ha cambiado?
Desde 1923, año del lanzamiento de Walt Disney, la empresa del “Ratón Miguelito” ha difundido historias infantiles con mensajes que han pasado a través de generaciones, mostrándonos patrones de comportamiento “adecuados”, basándose en los ideales normativos establecidos socialmente. En la actualidad, se ha evolucionado tanto en comportamientos como en los mensajes de dichas historias. Sin embargo, fueron muchos años y muchas las mentalidades moldeadas por Disney. ¿Cómo influyó esto en las mujeres de hoy, quienes alguna vez fueron niñas “Disney”?, ¿nuestra princesa favorita define algo en el comportamiento?, ¿el mensaje realmente ha cambiado?
Las primeras historias.
La historia de Blancanieves y los 7 enanos fue el primer largometraje de Disney (1937) y relata la conocida trama de la madrastra quien, celosa de la belleza de la joven y bondadosa princesa, manda a un cazador a matarla. La princesa recibe la oportunidad de huir y se refugia en una cabaña en medio del bosque, donde limpia y ayuda a 7 enanos a cambio de quedarse ahí. Años después, en el año 1950, se lanzó el largometraje La Cenicienta, otra historia en la que el personaje es víctima de degradación y desgracias insólitas, pero al final es recompensada con una boda y una vida en un castillo.
Estas historias tienen muchos rasgos similares y muy peculiares, como el hecho de que ninguna de las dos chicas tiene papás, lo que quita los impedimentos que podría tener una boda; técnicamente, son libres de hacer lo que quieran, aunque si las cuentas no fallan, Blancanieves tenía solo 14 años, lo que la hace una menor vulnerable y con una autonomía cuestionable. Igualmente, en esos tiempos no era raro que las niñas se casaran a esa edad. Sin embargo, las generaciones jóvenes actuales hemos crecido con la frase “No te cases con el primer wey que llegue”. La idea de que el Príncipe Azul “te encuentra” no fue el mejor mensaje que recibieron nuestras mamás y tías, e incluso nosotras mismas.

Después de muchas producciones y una época no tan brillante, Disney lanza La Sirenita, la historia de una chica que renuncia a su familia, a su estabilidad y su propio ser en un golpe de enamoramiento. La situación de renunciar a su voz a cambio de poder ser una humana, parece una metáfora indefensa, pero es un mensaje real y muy claro, que incluso aparece en el diálogo: “¿Eso qué importa? ¡Te ves muy bien! No olvides que tan solo tu belleza es más que suficiente”. Ariel reprime incluso su curiosidad nata.
En el año 1990 se lanza La Bella y la Bestia, mostrando un poco de lo que las chicas hacen por sus seres queridos y la pasión que llegan a desarrollar por el aprendizaje, y a su vez poniendo el Síndrome de Estocolmo sobre la mesa de manera discreta. Pero no fue hasta 1998, con el estreno de Mulan, que se empezó a apreciar un mensaje diferente en las producciones. En la historia se aprecia, por primera vez, la ruptura de los estereotipos de género; se muestra a la mujer como un ser capaz de realizar las mismas tareas, desarrollando la misma fuerza y determinación que un hombre. Pero sobre todo, se muestra un interés no romántico, ya que Mulán actúa en pos de su familia y su pueblo.
¿Disney Incluyente?
Tuvieron que pasar 11 años y muchas otras producciones, pero finalmente en el año 2009 Disney lanza La Princesa y el Sapo, donde se muestra por primera vez una princesa afroamericana. En el año 2012 se estrena Valiente, donde se muestra a la primera princesa sin interés en el matrimonio y con una relación Madre-Hija medianamente realista. Un año después, se estrena la película Frozen, mostrando el cambio de princesa a reina y el primer “príncipe azul” que resulta ser el villano.
Este cambio tan radical no es más que un producto del giro circunstancial que ha vivido la sociedad misma. La necesidad de que la percepción fuera distinta desde edades tempranas, aunado a los múltiples movimientos feministas y de género, cuya fuerza no ha hecho más que aumentar, requirieron que las tramas de las películas infantiles tuvieran un contexto y mensaje más profundo y enriquecedor. Las nuevas generaciones conocen las primeras historias, sin embargo, no ven el trabajo del hogar como una obligación, o el trabajo como algo “de hombres”. La abolición de las ideas de género y el impulso al seguimiento de los sueños, sean cuales sean, y sea quien sea, es el mejor mensaje que se puede dar para vivir felices por siempre.
Ante este panorama, bien valdría la pena preguntarnos a nosotras mismas: ¿de qué manera influyó Disney en la construcción de mis ideales de género? ¿Con qué princesa siempre me sentí más identificada y a cuál de ellas aborrecía? ¿Responde Disney a una lógica social el hecho de cambiar el hilo discursivo de sus películas o es una mera razón de mercado lo que lo ha impulsado a este cambio? Si bien no todas estas preguntas tienen una única y absoluta respuesta, el ejercicio de reflexión intrínseco nos permite replantearnos la concepción misma de nuestros valores sociales en razón de género, y ver las películas de esta productora transnacional con ojos críticos y conscientes.