¿Cómo se construyen los cuerpos?
Lo mismo que las majas se consideraron referentes estéticos en la Europa del s. XIX; en el mundo occidentalizado y posmoderno los cuerpos son obligados a corresponder con una materialidad de la blanquitud, la fortaleza y la salud, con el objetivo de ser socialmente aceptados.
Una aproximación a la teoría de la corporalidad.
Entre los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX, Francisco de Goya pintó los cuadros hermanos de “La maja desnuda” y “La maja vestida”. Ambos representan la misma mujer sin y con vestido, respectivamente. El cuerpo de la maja es el arquetipo de la mujer de la época: anchas caderas y senos prominentes, lo que garantizaba una maternidad factible. Aunado a ello, estos cuadros reprodujeron e impulsaron los estándares estéticos del momento, como principios de belleza que se reiteraban de continuo, estableciendo, de esta manera, la idealización de ese cuerpo como el objetivo a lograr, a pesar de que los cuadros no fueron inmunes a la censura.

Si el día de hoy, en pleno siglo XXI, y en torno a un fructífero debate sobre la definición y construcción de los cuerpos, repensáramos estos mismos cuadros bajo la lupa de los conceptos actuales, ¿qué podríamos decir de ellos? O más precisamente: ¿cómo leer los cuerpos de las majas con los conceptos de las teorías de género actuales? Intentemos aproximarnos a esta pregunta mediante los conceptos de sexo y género. Si bien “La maja vestida” oculta el fenotipo de la persona pintada, aunque es plausible suponer su feminidad; no así “La maja desnuda”, la cual expone el sexo femenino de la misma. Sin embargo, ¿qué es lo que construye a este sexo: la materialidad biológica del cuerpo o la vestimenta propia de la mujer que imponían las normas de la época?
Para Judith Butler[1] el sexo no se corresponde necesariamente con el cuerpo que uno tiene, sino que es producto de una norma que califica socialmente al propio cuerpo. Es decir, aunque la formación de un sujeto exige una identificación con la normatividad del sexo, ésta no proviene forzosamente de la correspondencia biológica, sino que está sujeta a disintos factores: dinámicas de poder, creación de discursos, imposición de la materialidad corporal, etc. Bajo esta concepción, los cuerpos de las majas no son necesariamente cuerpos de mujeres, únicamente por su identificación con el sexo, sino que su construcción conceptual depende también de lo que la misma Butler, en su obra Deshacer el género, señala como performatividad del género, es decir, el o los procesos mutables de conformación de un sujeto.
Así, mientras que para Butler el sexo, lo mismo que el género, son constructos no necesariamente naturales, para autoras como Sánchez y Alegría[2] el sexo ya se encuentra afianzado en el cuerpo, pero se transforma a partir de la normatividad social impuesta. Lo mismo que las majas se consideraron referentes estéticos en la Europa del s. XIX; en el mundo occidentalizado y posmoderno los cuerpos son obligados a corresponder con una materialidad de la blanquitud, la fortaleza y la salud, con el objetivo de ser socialmente aceptados.
Estas características impuestas a los cuerpos responden a una lógica del mercado y el consumo, donde los mass media establecen estándares ideales de belleza -ideales regulatorios en términos foucaultianos- autorreferenciales. Creando, de esta manera, una concepción corporal de una cultura globalizante, en la cual, quienes alguna vez fueron estereotipos de belleza -las majas-, ya no lo son más. Es precisamente en estos cambios de paradigmas sobre el cuerpo, donde se pone en tela de juicio el cuerpo de uno mismo y el lugar que éste ocupaba como espacio seguro. Porque si consideramos al cuerpo como el espacio de seguridad donde el sujeto es, frente a la transgresión de los cuerpos ideales, inalcanzables las más de las veces, el propio cuerpo pierde su aura de seguridad y nos arroja como sujetos expuestos a la inquisición social. De esta manera, las demandas sociales por cumplir con los cuerpos estéticamente deseables, lo mismo para las mujeres contemporáneas de Goya, que para las actuales, generan una ansiedad por buscar la estabilidad en una sociedad líquida -para utilizar el concepto de Bauman-. Hay, por lo tanto, una angustia por la finitud humana, dice Flavio Borghi[3], una limitación impuesta por la comunidad, frente a la que buscamos experiencias de inmortalidad que nos permitan superar nuestra condición corpórea. Condición inseparable mientras nuestros mismos cuerpos no cumplan los ideales regulatorios que la sociedad impone, pero que a su vez, resultan inalcanzables. Un trabajo de Sísifo para las majas del siglo XXI.
[1] Butler, J. “Introducción” de Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo. México, Ed. Paidós, 2002. p. 27.
[2] Sánchez, G. y Alegría, M. “Entre lo cultural y lo natural, necesidad actual de una ética del cuerpo.” En: Muñiz, E. y List, M. (Eds). Pensar el cuerpo. 2007. p. 45
[3] Borghí, Flavio. “Cuerpos y subjetividades en las sociedades de la incertidumbre.” En: Figari, C. y Scribano, C. (Eds.). Cuerpo(s), subjetividad(es) y conflicto(s). Buenos Aires, CLACSO, 2008. p. 28.