Cenando con mi violador.
La escena típica de noche buena para una familia mexicana se desarrolla con un atuendo que nos distingue de los días cotidianos, y con el arbolito de navidad decorado a detalle, haciendo el espacio de la sala un lugar acogedor. Las mujeres de la casa se esfuerzan por tener un banquete a la altura de…
La escena típica de noche buena para una familia mexicana se desarrolla con un atuendo que nos distingue de los días cotidianos, y con el arbolito de navidad decorado a detalle, haciendo el espacio de la sala un lugar acogedor. Las mujeres de la casa se esfuerzan por tener un banquete a la altura de la noche, con un ponche que acentúa el sabor de estas fiestas. Horas en la cocina valen la pena al ver a toda la familia reunida.
Familias que dejan de frecuentarse durante todo el año se reúnen para celebrar y hacer el recuento de anécdotas del pasado. Es común escuchar en las cenas familiares historias chuscas que pasaron los comensales durante sus infancias. Los recuerdos unen con mayor fuerza a las familias, aun cuando en medio de esas historias se calle o se oculten algunas que no son chuscas ni amenas.
Sin embargo, este año de nuevo, muchas niñas y mujeres tendrán que compartir mesa con su violador, con su padre que abusó de ellas en la infancia y que con el paso del tiempo duele más, pero el miedo no permite hablarlo.
A la mesa se sentará el tío que las cuidaba cuando niñas, convertido en todo un padre de familia y buen esposo; ese mismo tío que apenas unas horas de cuidado le bastaban para hacer tocamientos y roses al pequeño cuerpo de la menor. A ellas, a las que su tío les arrebató el sueño por el temor de ser abusadas, les tocará desearle feliz navidad.

Según datos de la OCDE, México es el primer país en abuso infantil: alrededor de cuatro millones de niñas y niños son abusados sexualmente. De esa cifra es incalculable cuántas de ellas y ellos tendrán que pasar navidad con su agresor. Porque basta escuchar relatos de amigas cercanas, de mujeres con las que convivo todos los días, para darme cuenta que no hay una sola mujer que no sufriera en su infancia tocamientos por parte de algún familiar.
Esas cifras no las puedo documentar, pero es asqueroso y atroz lo que me ha tocado escuchar. Las mujeres que lean este artículo seguramente me entenderán y sabrán que muchas de nuestras conocidas y amigas, sino es que nosotras mismas, pasamos por estos hechos que marcaron nuestra infancia.
Con tristeza veo que las familias aprenden a vivir con esas historias de abuso, aún cuando toda la familia sea conocedora que comparten alimentos con un hombre que abusó de su sobrina o de su prima. Es esta hipocresía navideña, al puro estilo mexicano, que hace que olvidemos que son las mismas madres las que piden silencio a sus hijas, o que son las abuelas las cómplices de sus hijos, los violadores.
La realidad respecto al abuso infantil en México rebasa las cifras oficiales, con la pandemia nos quedó claro que el enemigo está en casa, pero sobre todo me ha quedado claro que con el paso de los años las mujeres que en su infancia fueron víctimas de tocamientos, insinuaciones, de abuso sexual, no olvidan, aprenden a vivir con el enemigo. Se aprende a visitarlo en navidad, se aprende a contener la furia, la tristeza y la ira para poder cenar junto a su violador.