Cecilia o Cuba, mujer trágica.
Reseña crítica del libro “Cecilia Valdés o La Loma del Ángel”, del escritor cubano Cirilo Villaverde.
Reseña del libro Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, de Cirilo Villaverde.
Cecilia Valdés es una paloma en eterno fluir de libertades y encierros: libre es de cuerpo, pero no alcanza sosiego su espíritu llameante, encerrado en las limitaciones de su época. Cecilia zalamera, romántica, temeraria, frágil. De ella puede escribirse que es mujer, que es mulata, que es Cuba.
Muchos escritores aseveran que este personaje encierra en sí mismo el drama de un siglo, pero es más que un arquetipo epocal, es el concepto vivo de cubanía que saldría de los límites temporales de su obra. Es también el emblema de las letras del siglo XIX en una isla caribeña, para luego cantar y danzar al ritmo de la zarzuela, que un siglo más tarde la llevarían del tablado a la gran pantalla. La Virgencita de Cobre traspasó las páginas de un libro, las peripecias de un siglo y las estructuras de un estilo.
Según Max Henríquez Ureña, ningún historiador ha podido igualar a Cirilo Villaverde en dar a conocer el siglo XIX cubano. Comenzó su quehacer literario en 1838 cuando escribía folletines románticos muy alejados de sus ideas políticas. Abogado y más tarde periodista, fue controvertido conspirador contra el colonialismo español de ideas abolicionistas. Por ser hijo de un médico propietario de ingenios azucareros sintió a través de sus ojos las penurias de la esclavitud.
En 1834 Villaverde imprime el Tomo primero de Cecilia Valdés, que centraba sus atenciones en los azarosos amoríos de una mulata y el hijo de un hacendado español. Esta primera obra, aunque fue la simiente de la La Loma del Ángel, no diseccionaba en ningún momento a la sociedad cubana de su tiempo. Villaverde pierde entonces la oportunidad de escribir la primera novela abolicionista; galardón que mereció la cubanísima Gertrudis Gómez de Avellaneda con Sab (1841). Fueron el aumento de su fervor político, su exilio en París y el alcance de la exitosa novela norteamericana La cabaña del Tío Tom las influencias que estimularían al escritor a explorar la esclavitud sin perder el hilo argumental de su historia romántica.
Aunque el letrado publicó cortas narraciones en la prensa de la época y colaboró habitualmente con periódicos, fue Cecilia Valdés o La loma del Ángel la obra que lo consagró en el panorama literario y social cubano. Cecilia Valdés no representa sólo la madurez creativa de su autor, sino el florecimiento de su carrera y la novela que marcó la apertura del género en el país.
Cuando se lee esta creación, a la mente llegan los paisajes costumbristas cual grabados de la época. Pueden percibirse los colores, las texturas, el sabor y olor de la vida. En el chasquido de las herraduras sobre los adoquines, en el grito del negro, en las espaldas ensangrentadas, en los dulces y las canastas de frutas, en los bordados y las mejillas sonrosadas de las damas, en la piel morena sofocada por el baile; cada página, imagen y dialogo exuda la cubanidad.

Pero su virtud no estuvo solo en ambientar la historia, construir escenas o naturalizar los diálogos; fue, además, e indiscutiblemente, un magnífico creador de personajes que parecen insuflados de aliento vital por la espontaneidad con que se crearon. Pese a su vivacidad, los títeres literarios de Villaverde no pueden trascender su condición de arquetipos epocales. Marcada queda desde la primera página el rumbo de cada uno, en cuanto a su mérito es solo el de representar y no el de sorprender. Sin embargo, algunos de ellos, como la propia Cecilia, superan el escenario de la novela y los años de su nacimiento; es evocada una y otra vez por creadores que la moldean acorde a las necesidades de sus instancias y los códigos de su arte, pero con la misma masa con que nació. Cecilia es más que personaje: es símbolo, concepto.
Para la protagonista, coinciden los historiadores, Villaverde hubo de tomar de modelo a una mulata hermosa de hábitos ambulantes. La obra se hunde en las contradicciones sociales de la colonia y se regodea en la figura de la mujer cubana, deleitándose con su belleza mestiza. En este personaje se condensan más de un problema de su tiempo: la diferencia de clases, la esclavitud, la sumisión colonial, el patriotismo y el deseo libertario del pueblo.
Ella es pobre, de origen pecaminoso, sin educación, con vida humilde, por su sangre bastarda corren la altivez española y el temperamento africano. Es el resultado de un amasijo cultural que produce una belleza embriagante, pasión estrepitosa y seducción. Ella es emblema de la mujer popular, de la identidad cultural cubana que rebasa los siglos porque es esencia, raíz, mezcla que se compacta y desliga de la influencia para saberse auténtica.
Onidia Martínez dice de esta obra: “gira bajo el peso de un romanticismo realista, designado a ver y a ser un espejo de las tradiciones socioculturales y el perfil social. En el tema específico de ésta se le juzga como una serie de un notable acompañamiento histórico y folclórico que enfatiza el círculo colonial con todas sus capas y problemáticas sociales. El argumento de Cecilia Valdés está engendrado dentro del modelo romántico, aunque hay una sólida inclinación realista de mitad del siglo XIX que en ésta se expone al detallar las tradiciones.”
La mulata es de esencia romántica y espíritu rebelde como la Cuba que la infunde. En ella el apasionamiento supera el raciocinio de tal manera que provoca un desenlace trágico. Este carácter impulsivo encarna el sentir de los cubanos que ya se lanzaban a las ideas abolicionistas e independentistas. Lo vehemente es la respuesta a la cubanía ya latente en los corazones criollos; sentir que a Villaverde se le antoja en la forma de una mujer exótica y dramática.
Cecilia es corpórea, en ella se funden lo genuino y lo costumbrista, desanda las calles de la Habana colonial, conversa y se rodea de los personajes típicos de su entorno, siendo ella misma un modelo que concentra siglos de contradicciones y modelos identitarios ya arraigadas en la centuria decimonónica.
Esas problemáticas sociales las padecen, sobre todo, los personajes femeninos, y la Valdés pese a las limitaciones de su personaje, en cuanto a autonomía y poderío, se mueve en el centro de la odisea. Aprovecha el margen de libertad que le permite la época para fascinarnos cuando la vemos sobrellevar con carácter la tragedia que le impuso su época, su condición de mujer, su pobreza, su origen y su belleza en una isla dependiente.
Villaverde juega con la connotación del mestizaje y esto puede constatarse con su protagónico: Cecilia parece disfrutar su naturaleza, de la que todos exaltan su belleza, y le permite fluir entre el mundo esclavo y el señorial, pero sin pertenecer del todo a ninguno. Sufre además su condición de mestiza, pues pronto queda encerrada, marginada y sometida por lo que antes le proporcionara felicidad.
“Tal vez había pecado; pero de seguro que no por vicio o mala inclinación. Esto abonaba sus pocos años, su porte decente y modesto, su donoso aspecto y el nácar de sus tersas mejillas. El dolor, la vergüenza de verse encerrada (…) era sin dudas lo que le hacía prorrumpir en lágrimas y en quejas continuas. Tantos y tales extremos de genuino pesar eran incompatibles con el delito”.
Sobre nuestra mulata pesa la orfandad, el abandono, la humillación, la segregación y la historia de su tiempo. Su carácter no le permite sobrellevar la condición que le imponen; ella no elige, ella debe esperar ser elegida, merecer la caridad, el amor. En su ser se condensan conflictos genéricos que han trascendido en la literatura cubana y permanecen como estándares. No obstante, Cecilia, emblema de nuestras letras, aún recorrería un largo camino en el arte cubano.
La cubanísima Cecilia, que fue al tiempo “mujer fatal”, víctima y heroína, será por los siglos Cuba y su obra, alabada por unos, vilipendiada por otros, es sobre todas las cosas una mujer que no puede ser ignorada.