Carta a mi madre.
El día de hoy me siento poderosa, me siento capaz y me siento lista, sin necesidad de utilizar una falda corta y tacones altos. Voy por la vida alzando la voz ante lo que no me gusta y defendiendo lo que me representa, porque me enseñaste tanto sobre lo que tú fuiste que me cuestioné quién quería ser yo.
Mamá:
Gracias mamá por traerme a este mundo y por ejercer tu maternidad de forma responsable, de la forma en la que tú consideraste era la correcta, pues fue la forma en la que te educaron a ti. Gracias por hablarme cada día, incluso cuando tenía meses de nacida y no te entendía; por regalarme tus sonrisas y cantarme canciones, por heredarme el gusto musical.
Gracias por llevarme al colegio, siempre bien bañadita, bien peinadita y perfumadita, sin importar los lagrimones que caían por mis mejillas cuando jalabas mi cabello con el cepillo. Gracias por interesarte en mi educación y por complementarla todos los días en casa, con la chancla en la mano cuando no quería hacer la tarea y arrancando las hojas de las planas cuando “las había hecho mal”.
Gracias por impulsar mi autonomía, por enseñarme a hacer las cosas sola y confiar en que las hacía bien, siempre y cuando tuvieran tu visto bueno.
Gracias por enseñarme a ser una niña bien: femenina, cortés, servicial. Gracias por los vestidos floreados y los accesorios rosas. Gracias por mostrarme que la manera de sentarme, con las piernas cerradas y cruzadas y con las manos sobre la rodilla, es propia de una señorita como yo, decente y educada.
Gracias por alentarme a trabajar, por proponer el secretariado o la nutrición como carreras afines a una jovencita lista como yo. Gracias por enseñarme sobre independencia económica y todos sus beneficios. Pues al menos hasta que me consiga un marido, eso me dijiste, bien podía estudiar algo para pasar el tiempo.
Gracias por instruirme en materia de hombres, por enseñarme a ser cuidadosa y no confiar en ellos, pues “el hombre llega hasta donde la mujer quiere”. Gracias por decirme que me tengo que dar a respetar, que una señorita decente no sale sola con su novio, y que no hay que tener relaciones antes del matrimonio.

Por todo eso y más, gracias mamá.
Sin embargo, hoy escribo estas lineas para decirte que el mundo ha cambiado, y mis aspiraciones e ideales también. Quiero conocer el mundo que tú no me explicaste. Quiero crecer por mí y para mí. Así que te pido que me entiendas si es que decido no traer a otra pequeña o pequeño a esta tierra. O si es que sí lo traigo, discúlpame si decido no horadar sus orejitas antes de que siquiera pueda hablar; si le dejo largo el cabello así sea varón; o si le dejo jugar con muñecas o carritos por igual.
También quiero decirte que la feminidad modificó su rostro: el color rosa ya no es su símbolo y ahora me siento y me expreso como yo quiero, porque las cosas no tienen género y el azul ya no es sólo para los niños ni el rosa para las niñas. Te cuento que uso pantalones por comodidad y faldas por gusto, y como sabes estudié mecánica porque es lo que me apasiona. Este amor lleva en aumento mis capacidades físicas e intelectuales. Así que no te preocupes, tu niña es capaz de ser ella misma aún con las manos llenas de grasa, con los tenis rotos y el olor a sudor de mi cuerpo.
Lo que sí, es que tengo que decirte que rogué por cariño. Ésta fue quizás la única regla en la que te fallé. Pero créeme que me hizo más fuerte, aprendí sobre quién soy y sobre lo mucho que valgo. ¿Y sabes qué? No me tengo que “dar a respetar”, mamá, porque sé que soy un ser humano que como cualquier otro merezco respeto y lo exijo.
El día de hoy me siento poderosa, me siento capaz y me siento lista, sin necesidad de utilizar una falda corta y tacones altos. Voy por la vida alzando la voz ante lo que no me gusta y defendiendo lo que me representa, porque me enseñaste tanto sobre lo que tú fuiste que me cuestioné quién quería ser yo.
Decidí que quiero ser una versión mejorada de ti, una mujer que tomó de ti los mejores consejos y que la educación que recibió de ti fue analizada, criticada y revolucionada. Y no sabes cómo me ha ayudado el feminismo a lograr mi cometido, me permitió ver un horizonte más grande, despertó la curiosidad y el interés en cosas que antes no veía ni ponía atención. Con estas palabras no espero que cambies, aunque eso me ayudaría mucho. Pero sí espero que puedas comprenderme, aunque sea un poco, como yo te he entendido a ti. Quizás no soy ahora la pequeñita que tú querías ver de grande, pero sí mantengo los principios y los valores con los que me formaste, y por esto siempre te estaré agradecida.
Con todo mi amor, tu pequeña.