Caperucita Roja nunca había sido tan feminista.
Una reseña con spoilers sobre Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite María del Carmen Ponz plantea que hay tres grandes versiones del tradicional cuento infantil de Caperucita Roja: 1) el de Charles Perrault, en donde Caperucita es devorada por el lobo feroz como consecuencia de su desobediencia ante las puntuales indicaciones de su madre;…
Una reseña con spoilers sobre Caperucita en Manhattan,
de Carmen Martín Gaite
María del Carmen Ponz plantea que hay tres grandes versiones del tradicional cuento infantil de Caperucita Roja: 1) el de Charles Perrault, en donde Caperucita es devorada por el lobo feroz como consecuencia de su desobediencia ante las puntuales indicaciones de su madre; 2) el de los hermanos Grimm, quienes cambian el final de la historia, introduciendo la figura del héroe solidario, el leñador que salva a Caperucita y a su abuelita; y finalmente 3) la Caperuza de la escritora española Carmen Martín Gaite, una actualización del cuento en la Nueva York de finales del s. XX.
Esta Caperucita contemporánea se llama “… Sara Allen, una niña pecosa de diez años que vivía con sus padres…”[1] en el barrio de Brooklyn, NY. Proveniente de una familia de clase media, padre fontanero y madre enfermera, Sara es, por naturaleza, curiosa, inquisitiva, precoz. Aprendió a leer a muy temprana edad y desde antes de hacerlo ya devoraba ávidamente las imágenes y dibujos que contenían los libros. Robinson Crusoe, Alicia en el país de las maravillas y Caperucita Roja, fueron tres de las primeras historias que permearon su imaginación; libros que le regaló Aurelio Roncali, anticuario y librero, quién por entonces salía con la Sra. Rebeca Little, su abuelita materna.
Narrada bajo la misma estructura del desarrollo, nudo y desenlace, que la primera versión de la Caperucita, la de Martín Gaite plantea su problemática central cuando un hermano del padre fallece y el matrimonio asiste al funeral, dejando a su hija al cuidado de una vecina. Sara-Caperucita, desobedeciendo las indicaciones de su madre de quedarse con la Sra. Taylor, una vecina, se escapa de ella para ir en búsqueda de su abuelita, quién vive en Morningside, al norte de NY, y llevarle la deliciosa tarta de fresa que su madre hacía todos los viernes. Sin embargo, en su viaje de Brooklyn a Morningside, Sara decide hacer una parada en Central Park, que siempre había querido conocer. Ahí se dio el encuentro con Miss Lunatic, una estrafalaria anciana con quién traba amistad. Miss Lunatic es una de tantos lumpens que viven en las calles de NY, “No tenía documentación que acreditase su existencia real, ni tampoco familia ni residencia conocidas”[2], recogía gatos sin dueño y le encantaba coleccionar las historias de la gente, particularmente de los marginados, de los desprotegidos, y a quién le preguntaba dónde vivía, respondía que “… de día dentro de la estatua de la Libertad, en estado de letargo, y de noche pues por allí, en el barrio donde estuviera cuando se lo estaban preguntando.”[3]
En este fortuito encuentro entre Sara y Miss Lunatic, esta última ayuda a la pequeña a salir de su ensimismamiento al sentirse perdida en medio del bosque, representado por Central Park, y la lleva a un café cercano para que platiquen. Durante el tiempo en que Sara estuvo con Miss Lunatic, se dio cuenta de ciertos detalles que le hicieron recordar la estatua de la Libertad, que tanto deseaba conocer, y de cuya imagen señalada en el plano de NY -que también le había regalado Aurelio Roncali- encarnaba la X de un mapa pirata. El tesoro estaba por ser descubierto. Miss Lunatic le preguntó a Sara:
- ¿En qué estás pensando?
…
La niña tragó saliva. Miraba fijamente la estatua minúscula marcada al sur del plano con una estrella de oro.
- Bueno, pues… me estoy dando cuenta de que antes dijo usted…, bueno dijiste… que habías sido la musa de un artista… y luego al chico de la puerta [del café al que asistieron] que te llamas madame Bartholdi…, sí, lo dijiste, me acuerdo bien… Yo ayer a estas horas estaba leyendo un libro que se titula Construir la Libertad… Y de repente…
…
- Pues eso, que de repente creo que lo he entendido todo -siguió Sara con un hilo de voz-. ¡Sí, lo he entendido todo! No sé cómo…, como se entienden los milagros. Porque eso es lo que pasa…, que tú, madame Bartholdi…, ¡tú eres un milagro! (145)[4]
Y es que en ese libro, Sara leyó que la estatua de la Libertad fue construida por el escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi, quién utilizó a su madre como modelo para la escultura. Por lo que Sara llega a la conclusión de que Miss Lunatic es, en efecto, la madre de Bartholdi, la musa que inspiró la estatua.
- Dios te bendiga, Sara Allen, por haberme reconocido -dijo madame Bartholdi, mientras depositaba un beso en la manita fría de la niña-; por haber sido capaz de ver lo que otros nunca ven, lo que nadie hasta hoy había visto. No tiembles, no vuelvas a tener miedo jamás. Mírame a la cara, por favor. Llevo más de un siglo esperando este instante.[5]
El encuentro finaliza cuando Miss Lunatic le cuenta a Sara su secreto: ella es el espíritu de la estatua de la Libertad;[6] y le dice también cómo puede entrar y salir de ella: por un pasadizo escondido que nadie más conoce, utilizando una antigua moneda y diciéndo una palabra mágica. Hacen un juramento de silencio y Sara se pregunta si “… mediante aquel pacto de sangre, le estaba trasladando a ella los atributos de la Libertad.”[7] Al despedirse, Miss Lunatic se aleja y Sara se queda unos minutos más en Central Park.
Si el personaje de Miss Lunatic irrumpe en la historia de Caperucita, a diferencia de las versiones anteriores, no así el del lobo en medio del bosque. En esta versión moderna, el lobo es representado por Mr. Woolf, un rico empresario dueño de una famosa cadena de pastelerías, quien anda en busca de la original receta de la tarta de fresa casera, pues es la única de su línea de tartas que no ha podido mantener una buena calidad. Así, da la casualidad que Mr. Woolf andaba caminando por Central Park al mismo tiempo que Sara se había despedido de Miss Lunatic, y por supuesto se encuentran. Pero aunque este lobo no tiene la intención de comerse a Sara-Caperucita, sí quiere apoderarse de la receta de la tarta de fresa de la mamá de Sara, pues probó un pedazo de la que la niña llevaba a su abuelita y quedó embelesado por su sabor. E igualmente que en las versiones anteriores, Mr. Woolf le tiende una trampa a Sara-Caperucita para que él llegue antes a la casa de la abuelita, mientras que la niña se va a pasear en una de las limusinas que el rico empresario le facilita.
La narración, que no así la historia, termina cuando Sara llega finalmente a la casa de su abuelita y mira que está bailando con Mr. Woolf. Al verlos tan ensimismados, decide dejarlos ahí y aprovechar el tiempo para entrar en la estatua de la Libertad por el pasaje secreto que le había confesado Miss Lunatic. Tomó un taxi, llegó al lugar marcado en el mapa, “Metió la moneda en la ranura, dijo: “¡Miranfú!, se descorrió la tapa de la alcantarilla y Sara, extendiendo los brazos se arrojó al pasadizo, sorbida inmediatamente por una corriente de aire templado que la llevaba a la Libertad.”
Así finaliza la obra, sin un cierre de la historia que nos deja muchas preguntas en el aire: ¿era realmente Miss Lunatic, Madame Bartholdi, la madre del escultor? ¿Por qué Miss Lunatic, después del pacto de sangre, ya no se parecía en nada a la anciana que vio primero? Y sobre todo: ¿qué le pasa a Sara después de arrojarse al pasadizo? ¿Qué sigue en la historia?
Si bien no hay respuestas definidas a estas preguntas, más allá de elucubraciones personales, podemos decir con Ponz que esta Sara-Caperucita atraviesa igualmente su rito de iniciación: la madurez en la toma de decisiones propias que constituyen finalmente la libertad. Es éste el tema principal del libro: la libertad como símbolo, como vivencia y como fin en sí mismo. De ahí que el papel que juega Miss Lunatic sea toral en el desarrollo de la historia. La libertad iluminando el mundo, ilumina al mismo tiempo la travesía de Sara-Caperucita por el bosque-Central Park. Y más aún, la libertad es el objetivo que siempre buscó alcanzar Sara: libertad para ir con su abuelita, libertad para tomar sus propias decisiones, libertad para viajar ella sola a los lugares que siempre quiso conocer. A final de cuentas, Sara se convierte en el nuevo símbolo de la libertad en el s. XX, ya no una anciana estrambótica de espíritu decimonónico, sino una joven decidida, intrépida e inteligente, que es capaz de tomar el timón de su propia vida.
Así pues, aunque te hayamos contado algunos spoilers del libro, estamos seguras que te encantará leerlo. Sumergirte en sus páginas es una vuelta de tuerca a la clásica narración que desde chiquitas nos contaron sobre Caperucita y su abuelita. Además, te encantará el personaje de Miss Lunatic, pues seguramente te sentirás identificada inmediatamente con ella, de la misma manera en que nosotros nos identificamos. ¡¿Qué esperas para comenzar a leer este libro?!
[1] Martín Gaite, Carmen. Caperucita en Manhattan. Invitación y actividades de María del Carmen Ponz Guillén. Ed. Siruela, España, 2020, p. 35
[2] Martín Gaite, Carmen. Caperucita en Manhattan. p. 100
[3] Ídem. p. 102. [El latinismo Ídem significa: “mismo autor y misma obra que la nota anterior”.]
[4] Ídem. p. 145
[5] Ídem. p. 146.
[6] Ídem. p. 154.
[7] Ídem. p. 157.