¡A ti nadie te buscará!
La horrenda noticia del feminicida de Atizapán ha conmocionado la opinión pública. La noche del día 19 de mayo de 2021, los noticieros difundieron la captura de un presunto feminicida, que había sido sorprendido en su domicilio por elementos de seguridad municipal de Atizapán. Lo que hallaron dentro fue el inicio de un auténtico filme de terror: en la mesa una mujer desmembrada y en el patio restos humanos enterrados.
Andrés Filomeno N., el feminicida que actuó a la sombra
de la impunidad.
La horrenda noticia del feminicida de Atizapán ha conmocionado la opinión pública. La noche del día 19 de mayo de 2021, los noticieros difundieron la captura de un presunto feminicida, que había sido sorprendido en su domicilio por elementos de seguridad municipal de Atizapán. Lo que hallaron dentro fue el inicio de un auténtico filme de terror: en la mesa una mujer desmembrada y en el patio restos humanos enterrados.
El Comandante que llevó a cabo la detención no sólo se impactó por la escalofriante escena, sino porque la mujer que estaba en la mesa del feminicida era su esposa, quien el día 15 de mayo había desaparecido, y que gracias a las cámaras del C4 se pudo percatar que su esposa había ingresado al domicilio de Andrés Filomeno N.
Reyna, la esposa del Comandante, era una mujer que tenía vínculos meramente laborales con el señor Filomeno, puesto que anteriormente él la acompañaba por mercancía, consistente en productos telefónicos, sin saber que eso bastaría para desatar una tragedia.
Después de su captura y una vez puesto a disposición de las autoridades, comenzaría la verdadera escena trágica y repugnante. Este primer hallazgo sería el hilo conductor para destapar que estábamos frente al feminicida más peligroso y sangriento de la historia de nuestro país: más de treinta muertas desmembradas y enterradas en su domicilio. Sus crímenes habían sido filmados e incluso tenía bitácoras de ellos.

Muchas mujeres se acercaban a él porque tenía fama de ayudar a la gente necesitada, y por esa razón con facilidad podía acercarse a sus víctimas. De tal suerte que, según sus propias declaraciones, desde 1994 comenzó su carrera delictiva, dejando como consecuencia alrededor de treinta mujeres desaparecidas, cuyas familias habían pasado años buscándolas, treinta formas impunes de la cara de la justicia que olvida a las pobres, a las más necesitadas. Por que, en efecto, ser mujer y ser pobre representanta una doble discriminación en nuestro país.
Probablemente esa es la mayor razón por la que actuaba con tal libertad, pues sabía que la justicia poco o nada hace ante la desaparición de una mujer o porque se valía de sus influencias municipales, tal y como lo han mencionado diversos medios de comunicación. Lo cierto es que la familia de Reyna paga, en consecuencia, la negligencia y olvido de la justicia, producto de un Estado patriarcal en el que la impunidad es su sello principal.
Dentro de toda esta catástrofe hay un par de cosas que han llamado mi atención:
La primera, el cuestionamiento de la vida sentimental de la víctima. El feminicida hizo mención, durante la audiencia de vinculación a proceso, que Reyna era su amante y que por esa razón acudió a su domicilio. Esto desató comentarios respecto a la moralidad de la conducta de la occisa, al punto que su cónyuge precisó mediante una declaración a los medios que se dejara de difundir este supuesto, dado que sus hijas estaban siendo afectadas, así como la “imagen pública de él mismo, pues se ponía en tela de juicio su “dignidad viril”, al levantar supuestos sobre engaños amorosos de su esposa, lo que no es sino otra cara de la moneda del patriarcado enajenante. Esto deja al descubierto lo que a luces apagadas sabemos: las muertas son cuestionadas por cómo estaban vestidas, por su vida sentimental e incluso por su formación educativa.
El segundo punto que me ha impactado es el efecto dominó que ha tenido esta noticia. Una vez hallados varios cuerpos y comprobado, por parte de los peritos de la fiscalía del Estado de México, que se trata de un feminicida serial, se ha calculado que hay más de dos mil restos humanos, entre los sepultados, los hallados en macetas e incluso los que presuntamente desmembró y probablemente ingirió o vendió a sus vecinos como carne traída de Oaxaca, su estado natal.
Lo anterior da como resultado un aproximado de treinta víctimas. Ahora bien, si el número es correcto, la fiscalía estaría por resolver un número importante de asuntos vinculados a desapariciones de mujeres. Lo preocupante es justo el efecto dominó que, una vez que cayó una ficha las otras vienen por inercia, sin embargo con la dudosa forma de actuación que hay en la investigación e impartición de justicia, me deja un poco preocupada y con una pregunta rondando en la cabeza: ¿será que las presuntamente treinta víctimas le pertenecen a este feminicida?, ¿o será más bien que han encontrado en él al chivo expiatorio que tanto necesitaban?
La única verdad acá es que se dejó al descubierto la triste cara de la ineficacia en la búsqueda de mujeres desaparecidas, la evidente realidad es que la edad de una persona no lo exime de ser un criminal. Hoy sabemos que fue a razón de que la pareja sentimental de Reyna tenía acceso a medios de búsqueda como dieron con su paradero. De no ser así, probablemente aún su familia la seguiría buscando.
Tenemos frente a nosotros a un criminal que enterró sus garras en el sector más vulnerable de nuestra sociedad, mujeres de escasos recursos. A ellas pareciera que nadie las busca. A sus familias, las disculpas y las sentidas palabras del titular del Ejecutivo son insuficientes. Lo único que medianamente ayudará es la entrega de los restos de sus familiares y una condena a Andrés Filomeno que, aun cuando sea vitalicia, no les regresará a sus hijas, a sus madres, a sus esposas.